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domingo, 17 de marzo de 2024

La clase de ballet.1874. Degas.

 

La clase de ballet.1874. Degas.


El Impresionismo fue un movimiento pictórico que surgió en Francia en torno a 1870. El nombre que recibe el movimiento fue atribuido por un crítico que, ante el cuadro “impresión: amanecer” de Monet, horrorizado por lo que veía, aplicó despectivamente este término a los pintores que lo integraban.
Su aparición coincidió con la derrota francesa en la Guerra Franco-prusiana, la caída de Napoleón III y el Segundo Imperio, el surgimiento, derrota y represión de la Comuna de París como primera revolución obrera y el establecimiento posterior de la conservadora Tercera República francesa.
El Impresionismo será uno de los más determinantes en el desarrollo de la pintura moderna por la reflexión que, sobre la constitución de la imagen pictórica, va a iniciar. Los artistas impresionistas concluirán que lo constitutivo de una imagen visual es la luz y la incidencia de ésta sobre los objetos, es decir el color, y que, por tanto, será el color el que deberá constituir la imagen pictórica. Los impresionistas buscarán captar la fugacidad de los efectos lumínicos de momentos del día y tiempos atmosféricos distintos sobre figuras, edificios y paisajes. Como los realistas, rechazarán todo sentimentalismo romántico, para analizar el motivo bajo criterios exclusivamente cromáticos.
La aparición de este movimiento no puede entenderse sin conocer las experiencias anteriores de pintores como Constable, Corot o los de la escuela de Barbizon, en cuanto a la costumbre de pintar del natural, o los descubrimientos de Délacroix respecto a los contrastes de colores complementarios y la coloración de las sombras. Otros factores que contribuirán a la aparición del impresionismo serán los avances científicos que en el campo de la teoría de la luz y de los colores se darán, así como la creación de nuevos y mejores pigmentos químicos que ampliarán la paleta de colores que podrán emplear y, también la invención y comercialización del tubo de plomo para contener colores, que posibilitará llevar estos a cualquier sitio en un pequeño maletín.
Los impresionistas verán sus obras rechazadas en los salones oficiales de pintura que se celebraban en París y recurrirán a exponerlas en los llamados salones de los independientes. Sólo un pequeño grupo de entendidos en arte sabrá valorar a estos artistas, aunque desgraciadamente, no poseyera los medios económicos para poder comprar esos cuadros a un precio justo.
Los iniciadores de este estilo serán Manet, Monet, Degas, Pissarro, Sisley, Renoir y la pintora Berthe Morisot.

Nacido en una familia de la alta burguesía poseedora de un banco y de maneras de dandy, Degas es sobre todo conocido por sus cuadros de bailarinas de ballet clásico y los de carreras de caballos. Pero también será el primer pintor que  se introducirá en cafés, circos, cabarets y prostíbulos para captar su ambiente y pintará cuadros de temática social ( como “las planchadoras” o “la bebedora de absenta”) de los que hará un tratamiento naturalista en el que huirá de juicios de valor, interpretaciones moralistas o pedagógicas moralejas , ciñéndose a registrar como un cronista imparcial aquello que observa. 
Este mirada naturalista lo enlaza también con el Naturalismo literario contemporáneo de autores como Zola o Maupassant.
  Desde su frustrado paso por el ejército, durante la guerra Franco-prusiana, se le diagnosticaron problemas oculares( que en su ancianidad le llevarían a la ceguera), Quizás por eso,  Degas utilizará la técnica considerada entonces más inocua del pastel con la que creará exquisitos dibujos. Además, innovaría empleando la técnica de los monotipos que combinaría con el pastel y otras técnicas pictóricas y sería también un excepcional escultor que captará con la arcilla los fugaces movimientos de las bailarinas de ballet y los caballos de carreras.


“La clase de Ballet” es un óleo sobre lienzo de tamaño mediano pintado por Degas en 1874.
El tratamiento pictórico está formado por, por lo general, pinceladas sueltas y la vez precisas que crean una variada superficie pictórica. Aunque considerado impresionista, Degas se distancia del tratamiento pictórico de otros artistas del movimiento como Monet, Pissarro o Sisley, en el que las pinceladas no llegan a ser tan homogéneas ni cargadas ni crean tampoco una superficie tan densa como en ellos. Sin embargo, vemos como Degas resuelve, por ejemplo, los tutús sin recurrir a las tradicionales veladuras y crea el efecto traslúcido de éstos barriendo la pintura blanca para que se funda con el color sobre el que se aplica.
Degas, de formación académica y gran admirador de Ingres,rechazó que le aplicaran el término de impresionista, a pesar de que exponía con los miembros de ese grupo y le unían a ellos lazos de amistad y seguirá dando una enorme importancia al dibujo para construir la imagen junto al color y aplicará éste atendiendo a captar con enorme precisión la luz y sus efectos en la sala de ensayos. Degas se diferenciará de los impresionistas en que no empleará las osadas descomposiciones de los colores en innumerables matices de aquellos y que en vez de mostrar interés por los efectos lumínicos y atmosféricos y el paisaje en sus cuadros se interesará más por los espacios interiores y la iluminación ya sea natural o artificial de ellos. La gama de colores es muy amplia aunque dominan en ella los blancos, y verdes y marrones poco saturados.
El encuadre es innovador por el tratamiento del espacio por medio de una forzada perspectiva cuyo punto de fuga se encuentra en el margen derecho del cuadro, la marcada diferencia de tamaños entre los personajes situados en distintos planos o la colocación en primer plano de un atril cuya base no representa. Y es que uno de los aspectos más evidentes en la obra de Degas es (¡ y he aquí otra diferencia con el impresionismo más canónico!) el interés por las relaciones ente las figuras y el espacio en el que se mueven.. En estas nuevas composiciones y encuadres podemos ver la influencia que tanto las estampas japonesas, llegadas por esa época a las metrópolis europeas y que Degas como otros impresionistas admirará, como la fotografía van a tener en su trabajo.
Si el resto de los impresionistas mostró interés por captar la fugacidad de los efectos atmosféricos , Degas, sin embargo, captará, como el atento observador que era, otra fugacidad: la de los gestos, actitudes y movimientos de los personajes que representa. Así, éstos aparecen con gestos y poses absolutamente triviales y naturalistas ( la joven del primer plano ajustándose el tutú, otra bailando ante el concentrado maestro, otras observando a la que baila e incluso alguna apoyada indolentemente en la pared y , aparentemente abstraída de todo). El naturalismo en la captación de la escena también podría hacernos pensar en las instantáneas fotográficas, aunque no debemos olvidar que en esta época todavía no existían ya que los tiempos de exposición de las placas fotográficas eran entonces muy largos.

Degas sería muy admirado por artistas posteriores como Gauguin o Toulouse-Lautrec. Éste último coincidió con Degas en su interés por el mundo de los cabarets y prostíbulos que captarán con una mirada que parece romper todos los límites entre lo representado y quien lo representa y quiebra absolutamente la intimidad de las escenas reproducidas.


domingo, 20 de octubre de 2013


La Olympia de Édouard Manet. 1863.
 El impresionismo que surgirá en Francia en torno a 1870, fue uno de los movimientos más determinantes en la evolución de la historia del Arte ya que, gracias a él, se van a dar unos pasos decisivos hacia una definitiva “autonomía del Arte” y por la reflexión que, sobre la constitución de la imagen pictórica, va a iniciar. En este caso, los artistas impresionistas concluirán que lo constitutivo de una imagen visual es la luz y la incidencia de ésta sobre los objetos, es decir el color, y que, por tanto, será el color el que deberá constituir la imagen pictórica. Los impresionistas buscarán captar la fugacidad de los efectos lumínicos de momentos del día y tiempos atmosféricos distintos sobre figuras, edificios y paisajes. Como los realistas, rechazarán todo sentimentalismo romántico, para analizar el motivo bajo criterios exclusivamente cromáticos . Para ello se generalizará la pintura del natural  ( aunque se seguirá retocando el cuadro en el estudio) y la técnica pictórica cambiará completamente: el color se aplicará, por lo general en pinceladas cortas, empastadas que renunciarán a la representación de las calidades concretas de un objeto y atenderán solamente al color en si del objeto, considerando los colores como fenómenos cromáticos abstractos e inmateriales. 

Édouard Manet fue uno de los iniciadores del Impresionismo. En su formación tuvo mucha importancia la copia de los cuadros de los grandes maestros del Louvre, combinada con la admiración que profesaba por Goya o los pintores realistas Daumier y Courbet y por los grabados japoneses que en esta época empezaron a llegar a Europa. Sería determinante en su trabajo también la admiración por la pintura barroca española en general y por la de Velázquez en particular, admiración que se acrecentaría tras un viaje que realiza a Madrid en 1865, y dónde descubre las obras del maestro sevillano en el Prado. Fue tras la guerra franco -prusiana de 1870-1871, cuando su contacto con otros impresionistas como Monet se estrechará y cuando su pintura  adquirirá las características de este estilo.  
 Manet siempre buscó el reconocimiento del público y, sin embargo provocó enormes polémicas con algunos de sus cuadros y sólo obtuvo el reconocimiento bastante tardíamente,  poco tiempo antes de su muerte acaecida cuando tenía sólo 51 años de edad.
Precisamente unos de los cuadros de Manet que más polémica provocó fue esta Olympia que vamos a comentar y que fue pintada en 1863, el mismo año que otras de sus obras más conocidas y también polémicas:  “El almuerzo campestre”. 
Esta "Olympia" es un óleo sobre lienzo de gran tamaño ya que mide 130,5 x 190 cm.
 Manet emplea una técnica que no es  todavía  impresionista( Pasarán unos años hasta que adopte el modo de pintar de los impresionistas, influenciado, sin duda por Monet) . Aquí, las pinceladas son sueltas y largas, la mayoría de ellas empastadas y crean amplias masas de color. 
La figura femenina parece iluminada frontalmente de manera que el claroscuro es muy tenue y se produce un enorme contraste entre la claridad de los tonos de la figura  y las sábanas de la cama y la oscuridad de un  fondo en él que el color negro es empleado con profusión, a diferencia de lo que harán posteriormente los impresionistas que prácticamente renunciarán a su uso.  
La composición es estable y destaca  la banda horizontal de tonos blanquecinos en la que se inscribe la cama y las piernas de Olympia y los dos vértices claros que sobresalen de ésta: Uno a la izquierda con las almohadas y el tronco y la cabeza de la joven y otro más a la derecha con el vestido claro de la criada negra que porta el ramo de flores. Precisamente los otros tonos de color mas variados que rompen con el contraste casi bicromático de la imagen son las flores del ramo,las bordadas sobre le mantón que vemos tendido en la cama a los pies de la mujer y la orquídea rojiza que adorna su cabello.

 En este cuadro también la referencia  a la tradición  es evidente- Podemos recordar la maja desnuda de Goya y aún más evidentemente la Venus de Urbino de Tiziano- pero al igual que cuando con “el almuerzo campestre” Manet tomaba como referencia el “Concierto Campestre” de Tiziano, aquí, , otra vez, elimina toda “excusa” mitológica del tema y represente a una prostituta, que mira sin ningún gesto de pudor, desinhibida y desafiante hacia el espectador, mientras una sirvienta le entrega el ramo de flores de un admirador. Así el tema es tratado sin ninguna voluntad moralizante ni ejemplarizante. Manet no busca condenar a la joven ni la profesión que ejerce sino que nos muestra un personaje habitual en la vida social de las clases altas francesas: la cortesana que cede sus favores sexuales a los miembros masculinos de dichas clases sociales. De este modo , la mirada de Manet se acerca a la del naturalismo literario contemporáneo. De hecho su amigo el escritor Émile Zola a quien retratará en 1868y en cuyo retrato aparece  una reproducción de la Olympia, escribió unos años más tarde, en 1880, una novela, “ Nana”, sobre un personaje semejante.
 El aspecto provocador y naturalista es subrayado por Manet al hacer  calzar   a Olympia unos zapatos de tacón, como símbolo de la inocencia perdida y  que tienen una evidente connotación sexual y fetichista y al poner sobre su cabello una orquídea, que en esa época era considerada una flor con poderes afrodisiacos.
Cuando en 1865 el cuadro es expuesto en público se consideró una profanación del tema del desnudo mitológico  que le valió a Manet el rechazo absoluto de la conservadora sociedad francesa del II imperio, que  se sentía absolutamente escandalizada ante una imagen que, según ella, despreciaba todo decoro (a pesar de que, a la vez, admirasen desnudos más “lúbricos”, de temática pseudo-mitológica o pseudo-histórica realizados por pintores académicos como Gêrome que obtuvieron un enorme éxito).  
Tengamos en cuenta que la lo largo de los siglos anteriores, los desnudos eran aceptados si ilustraban algún tipo de temática mitológica (Las Venus, las Tres Gracias,..),religiosa ( Susana y los Viejos,...) o históricos ( Los ya mencionados de Gêrome, por ejemplo...) Sin embargo,  ya en el Rococó se generalizaron otros desnudos de temática profana  que eran pintados para ser disfrutados en privado por su propietarios en habitaciones de acceso restringido, como una variante de la pintura de “Cabinet” y nunca eran mostrados en público para evitar lo que hubiera sido un escándalo mayúsculo.
El cuadro de Olympia es por tanto un cuadro que marcará un hito en el devenir de la pintura  y que merece ser recordado con otras obras  de Manet como , “ el almuerzo campestre”, “El balcón”, “ el tren” o “ El bar del Folies Bergère “

viernes, 6 de abril de 2012

Monet. Las Ninfeas de la Orangerie de París. Hasta 1926.










Uno de los grandes genios del impresionismo es Claude Monet. De hecho fue su cuadro “ Impresión, amanecer” pintado en 1872, el que provocó que un crítico de arte calificara burlonamente la pintura de Monet y de sus compañeros de “ Impresionista”. Sus cuadros muestran perfectamente el interés por la captación de los efectos cromáticos que producen las diferentes luces según la hora del día, la luz, el tiempo atmosférico y otras circunstancias ambientales. Esto le llevará a la realización de distintas series (metas de paja, estación de Saint Lazare, fachada de la catedral de Rouen, estanque de nenúfares y puente japonés de su casa de Giverny,...) que se prolongarán más o menos en el tiempo y que le permitirán dedicarse a una pintura en la que toda la imagen se reducirá a términos cromáticos. Aún así, su prolongada evolución le llevará de los cuadros de sus primeras décadas de actividad, en la que los criterios más “objetivos” y naturalistas en la interpretación del color darán paso, en sus últimos años, a una interpretación más “lírica” de éste y una mayor disolución de las formas en las que la pincelada cobrará más importancia como podemos observar en la obra que vamos a comentar.
Puede ser importante para comentar esta obra maestra de Monet conocer su compleja génesis.
Cuando en 1890, la hasta entonces delicada situación económica de Monet mejoró, éste pudo permitirse adquirir una casa con jardín en Giverny, dónde ya había pasado largas temporadas los años anteriores. Posteriormente, adquiriría otro terreno contiguo en el que, aprovechando un curso de agua, creará un estanque en el que hará crecer plantas acuáticas, en especial nenúfares, y en uno de cuyos extremos hará construir un puente japonés de madera. Hasta su muerte en 1926, dicho estanque, sus márgenes y su puente serán el tema principal de la obra de Monet. También en esta época, Monet empezó a imaginar una estructura pictórica curva o una pieza circular que se elevara a media altura de una persona y que estuviera completamente ocupada por un horizonte de agua que reprodujera la superficie del estanque de Giverny. Ya en 1914 el proyecto había cambiado y los lienzos doblado su altura, hasta alcanzar los dos metros, superando la altura de una persona buscando que el espectador se sintiera rodeado y sumergido.
Tras el armisticio que dio fin a la 1ª guerra mundial, Monet pensó donar la obra que estaba realizando al estado francés. En 1922, Clemenceau, que había sido presidente del consejo de estado ( 1º ministro de Francia) en los años finales de la 1ª guerra mundial y que era amigo y admirador de Monet consiguió que éste firmara el contrato de cesión de estas obras al estado francés. Poco más tarde se decidió que las obras se instalarían en dos salas adaptadas ex profeso en el edificio de la Orangerie en un extremo del parque de las Tuillerías de París. Desde entonces hasta su muerte en 1926, Monet trabajó en intentar culminar su obra, interrumpiéndose por sus gravísimos problemas de visión que le llevaron a operarse de cataratas en 1923 y por frecuentes caídas de su estado de ánimo, motivadas en parte por dichos problemas oculares que sólo se solucionarían en 1925. Sólo entonces, Monet declaró haber recuperado su verdadera vista, lo que era para él vivir una segunda juventud que le impulsó a ponerse de nuevo manos a la obra. Monet fallecería en diciembre de 1926 y sus lienzos serían instalados en la Orangerie en los primeros meses de 1927.
Los lienzos de Monet forman ocho paneles de distintas dimensiones situados en dos salas de planta elíptica con cierta apariencia de bucle en el que las superficies parecen también prolongarse fluida e ininterrumpidamente . Todos los paneles tienen dos metros de altura pero sus longitudes son variadas. En la sala 1 se ve un panel de casi 6 m. en el muro oeste titulado “atardecer”, otro de casi 8,5 m en el este llamado “ reflejos verdes” y dos de 12,70 m aproximadamente en los muros norte y sur llamados respectivamente “Mañana” y “ Las Nubes”. En la sala 2, algo más grande en superficie , hay un panel de casi 8,5 m. en el muro oeste titulado “ reflejos de árboles”, otro de 17 m en el este llamado “los dos sauces” y otros dos de unos 12,70m también en los muros norte y sur que se llaman “ Mañana con sauces” y “Mañana clara con sauces”.
Como ya hemos dicho, Monet pintó estas obras al óleo sobre lienzo. La mayoría de las piezas que conforman los paneles son de unos 4 m. de longitud y se unieron al ser instaladas definitivamente en la Orangerie. Monet las pintó en un gran estudio cercano al estanque en el que disponía cada uno de los lienzos montado sobre un caballete y poniéndolos unos junto a otros para estudiar y comparar su efecto e interrelación.
Podemos decir, sin temor a parecer pomposos, que estas pinturas de Monet son el triunfo del color,. Es este el constructor absoluto de la imagen pictórica. En ella las formas parecen disolverse; no hay dibujo, sólo el color y, como es característico de los impresionistas, Monet no busca imitar las calidades de lo representado por medio de las distinta calidad de la materia pictórica ( No emplea veladuras para crear sensación de transparencias ni pintura más diluida para los efectos acuosos) sino que aplica el color en pinceladas sueltas y cargadas, gestuales, dinámicas ondulantes, cimbreantes, superponiéndose y creando una superficie riquísima en materia pictórica. Una superficie no se entenderá monocroma, sino que una multitud de pinceladas aportarán numerosos matices de colores vibrantes, tanto en las zonas de luz como en las de sombra.

Excepto en el lienzo titulado atardecer del muro oeste de la sala 1 en el que los colores dominantes son los cálidos tonos rojizos y amarillos, en el resto de los paneles los colores predominantes son fríos, en especial los azules entre los que vemos todo tipo de gamas de azules cielo, violáceos o ultramar y verdes aunque también en estos paneles veamos aquí y allá, avivando las composiciones, los toques de rojos y amarillos con los que pinta las flores de las ninfeas u otros colores como marrones, naranjas carmines, blancos morados,… con los que matiza de un modo absolutamente magistral los distintos efectos de luz, brillos, reflejos,… Con una sutileza absoluta Monet reproduce un tronco de sauce a contraluz con pinceladas marrones y ocres pero también azules, violáceas, verdes o carmines y resuelve unos nenúfares superponiendo una pincelada de bermellón o de amarillo sobre unas manchas de rosa o blanco.
El espacio no parece representado siguiendo la perspectiva tradicional . Lo que observamos es la superficie del agua ocupando todo el espacio de representación, con los reflejos que en ella se producen y las plantas acuáticas flotando en ella, y sólo en algunas de las composiciones aparecen en el borde inferior algunas briznas de hierba de la orilla o los troncos y las hojas de unos sauces llorones. De este modo, Monet crea una imagen que envuelve sin interrupciones al espectador que se siente sumergido en un entorno coloreado en el que cuesta percibir los límites.
Evidentemente, y aunque Monet fuera uno de los principales representantes del impresionismo, el enorme formato le impedía pintar los lienzos ante el propio estanque. Por eso, ya no se trata tanto de captar la fugacidad de un efecto lumínico determinado como de volcar todo lo que décadas de contemplación ha ido impregnando la memoria y los sentidos del artista. El espectador situado en las salsa se siente impregnado de ese color que lo envuelve. Lo que observa tiene un intensísimo poder de evocación. A través de esas pinceladas sueltas y liberadas de la obligación de ceñirse a un dibujo, se ha representado como nunca ese estado en el que realidad aparece modelada por el recuerdo asentado y preciso de la paz de las horas y horas, días y días, años y años, pasados por Monet paseando por los márgenes del estanque u observando con detenimiento ,mientras pintaba, el reflejo de las nubes desplazándose o el sutil movimiento de la superficie. A través del color y de la absoluta belleza que nos rodea e impregna, sentimos y hacemos nuestras la experiencia, la evocación y la emoción de Monet y podemos acertar a ver lo infinito.. Éste solía decir: “ lo indeterminado y lo vago son medios de expresión que tienen su razón de ser y sus propiedades ya que por ellos la sensación se prolonga y formulan el símbolo de la continuidad”.
Aunque en el tiempo en que fueron mostradas al público por primera vez algunos consideraron las Ninfeas de Monet como algo atrasado y pasado de moda ( en esta época se estaban desarrollando el surrealismo o corrientes abstractas como el neoplasticismo y pintores como Picasso llevaban ya veinte años dominando la escena artística parisiense), enseguida otros artistas vieron en ellas una fuente de inspiración y un precedente del expresionismo abstracto lírico que triunfaría en la década de los 50 del siglo XX.

sábado, 6 de marzo de 2010

La catedral de Rouen, la portada y la torre de Saint Romain a plena luz, armonía de oro y azul.1894. Monet.


El Impresionismo fue un movimiento pictórico que surgió en Francia en torno a 1870. El nombre que recibe el movimiento fue atribuido por un crítico que, ante el cuadro “impresión: amanecer” de Monet, horrorizado por lo que veía, aplicó despectivamente este término a los pintores que lo integraban.
Su aparición coincidió con la derrota francesa en la Guerra Franco-prusiana, la caída de Napoleón III y el Segundo Imperio, el surgimiento, derrota y represión de la Comuna de París como primera revolución obrera y el establecimiento posterior de la conservadora Tercera República francesa.
El Impresionismo será uno de los más determinantes en el desarrollo de la pintura moderna por la reflexión que, sobre la constitución de la imagen pictórica, va a iniciar. Los artistas impresionistas concluirán que lo constitutivo de una imagen visual es la luz y la incidencia de ésta sobre los objetos, es decir el color, y que, por tanto, será el color el que deberá constituir la imagen pictórica. Los impresionistas buscarán captar la fugacidad de los efectos lumínicos de momentos del día y tiempos atmosféricos distintos sobre figuras, edificios y paisajes. Como los realistas, rechazarán todo sentimentalismo romántico, para analizar el motivo bajo criterios exclusivamente cromáticos.
La aparición de este movimiento no puede entenderse sin conocer las experiencias anteriores de pintores como Constable, Corot o los de la escuela de Barbizon, en cuanto a la costumbre de pintar del natural, o los descubrimientos de Délacroix respecto a los contrastes de colores complementarios y la coloración de las sombras. Otros factores que contribuirán a la aparición del impresionismo serán los avances científicos que en el campo de la teoría de la luz y de los colores se darán, así como la creación de nuevos y mejores pigmentos químicos que ampliarán la paleta de colores que podrán emplear y, también la invención y comercialización del tubo de plomo para contener colores, que posibilitará llevar estos a cualquier sitio en un pequeño maletín.
Los impresionistas verán sus obras rechazadas en los salones oficiales de pintura que se celebraban en París y recurrirán a exponerlas en los llamados salones de los independientes. Sólo un pequeño grupo de entendidos en arte sabrá valorar a estos artistas, aunque desgraciadamente, no poseyera los medios económicos para poder comprar esos cuadros a un precio justo.
Los iniciadores de este estilo serán Manet, Monet, Degas, Pissarro, Sisley, Renoir y la pintora Berthe Morisot.

Uno de los grandes genios del impresionismo es Claude Monet. Su pintura muestra perfectamente las características del impresionismo antes mencionadas. Así, el interés por la captación de los efectos cromáticos que las diferentes luces según la hora del día, la luz, el tiempo atmosférico y otras circunstancias amb
ientales, le llevará a la realización de distintas series (almiares de paja, estación de Saint Lazare, fachada de la catedral de Rouen, estanque de nenúfares y puente japonés de su casa de Giverny,...) que se prolongarán más o menos en el tiempo y que le permitirán dedicarse a una pintura en la que toda la imagen se reducirá a términos cromáticos. Aún así, su prolongada evolución le llevará de los cuadros de sus primeras décadas de actividad, en la que los criterios más “científicos” en la interpretación del color darán paso, en sus últimos años, a una interpretación más “lírica” de éste y una mayor disolución de las formas (y en las que la pincelada cobrará más importancia (y que podemos ver como precursor del expresionismo abstracto lírico que triunfaría décadas más tarde).
La pintura de Monet es el triunfo del color, una superficie no se entenderá monocroma, sino que una multitud de pinceladas aportarán numerosos matices de colores vibrantes, tanto en las zonas de luz como en las de sombra.
Monet alquiló durante dos temporadas en dos años seguidos una habitación frente a la catedral para realizar unas cuarenta versiones de su fachada, que representará bajo efectos atmosféricos y distintos momentos del día.
Éste es un óleo sobre lienzo de tamaño más bien pequeño. La superficie pictórica aparece cubierta de cortas y densas pinceladas que se superponen en una técnica en las que éstas se aplican en fresco, es decir sin esperar a que las aquellas sobre las que vamos a aplicar las nuevas pinceladas estén secas. Esta técnica exige que las pinceladas estén cargadas de pintura y se apliquen por medio de toques ya que si no fueran tan densas y el color fuese aplicado barriéndose, éste se fundiría con los colores dados anteriormente en las capas inferiores. Este novedoso procedimiento pictórico está condicionado por la voluntad de captar con precisión e inmediatez los matices de color provocados por unas determinadas condiciones atmosféricas ya que, como sabemos, Monet como los otros pintores impresionistas generalizará la pintura del natural ( aunque seguirá retocando el cuadro en el estudio).
Monet renuncia a la representación de las calidades concretas de un objeto y atenderá solamente al color en si del objeto, considerando los colores como fenómenos cromáticos abstractos e inmateriales (el resultado del color aplicado por Monet se asemejaría al que obtendríamos al observar algo interponiendo una pantalla de papel con una pequeñísima abertura desde la cual sólo veríamos un color sin tener referencia y sin apreciar la textura o calidades de a lo que pertenece). Por lo general, en la pintura anterior, las pinceladas y la densidad del color aplicado imitaban también las calidades de lo representado ( Una gasa se hacía con una ligerísima veladura, los cielos o los montes de contornos difusos en el fondo de un paisaje se pintaban generalmente con pinceladas de color más diluido, o unas carnosidades se podían representar con pinceladas más densas…) , sin embargo Monet representa todo, ya sea el cielo o la piedra de la fachada con un mismo tipo de pinceladas: unas manchas cortas y empastadas aplicadas en fresco sobre fresco y que se desvinculan de las formas de lo representado.
En este cuadro, las formas se disuelven y el dibujo es inexistente. Podríamos pensar que un artista que buscase representar la fachada de la catedral lo haría atraído por la voluntad de representar la estructura y los detalles arquitectónicos (pórticos, pináculos, gabletes tracerías…)así como su decoración escultórica ( en jambas, arquivoltas, tímpanos…), Sin embargo, Monet construye la imagen con el color, cuya preponderancia es total y absoluta. La amplísima gama de colores empleada por Monet, en la que priman el blanco, los cálidos amarillos, naranjas y algunos fríos azul cielo y violetas claros, reproduce, por medio de las pequeñas pinceladas antes mencionadas, hasta el mínimo matiz de los colores de las superficies. El claroscuro tradicional también desaparece de los cuadros de Monet y vemos que las sombras se descomponen en matices entre los que aparecen naranjas, bermellones e incluso, aplicando la teoría de los colores complementarios, azules que contrastan con los vibrantes amarillos y ocres de las zonas iluminadas por el sol.
De este modo podemos ver otra aportación revolucionaria respecto al color y es que los impresionistas intentarán apartar el color mental que nuestra memoria alberga de un objeto y que suele imponerse a la impresión concreta que por medio de la percepción se produce en un momento determinado, en favor, precisamente, de esta impresión.
Será llamativo que la fractura que se había producido con el realismo, entre el gusto del público y lo ofrecido por los pintores, se acrecentará aún más con los impresionistas y los movimientos que le sucedan. Inicialmente, el público burgués rechazará pinturas como ésta en la que sólo verán manchones de color y ausencia de dibujo y contornos, y relegará a Monet y al resto de los artistas impresionistas al desprecio y a la pobreza más absolutos (de los que algunos saldrán con el paso del tiempo y una aceptación paulatina de su obra por una parte más amplia del público). Y todo este rechazo se produce a pesar de la absoluta contemporaneidad de su mirada y de que sus temas estén muy ligados al modo de vida burgués y urbano del que provenían (la mayoría eran de familias ricas de la burguesía e incluso, en el caso de Degas, de la aristocracia). Los impresionistas tienen una visión urbana e incluso cuando se acercan al campo a pintar, acudiendo en tren a los alrededores de París, a dónde iban a tomar contacto con la naturaleza los habitantes de la ciudad (¡los primeros domingueros!), su actitud no estará nada lejos de éstos.
Curiosamente, el triunfo del impresionismo se dio en el modo que promoverá la fulgurante evolución de la pintura moderna. Ya en la década de 1880, algunos artistas más jóvenes que adoptaron el impresionismo como estilo de formación, se cuestionaron sus valores y propugnando nuevas respuestas a la pregunta de que debía constituir la imagen pictórica, abriendo las sendas por las que discurrirán las corrientes pictóricas del siglo XX. ¿Y que decir de las enormes cantidades de dinero por las que se subastan en la actualidad las obras de Monet , Pisarro o Renoir y de la cantidad de pintores pseudo-impresionistas que a lo largo de todo el siglo XX hicieron de su estilo una especie de nuevo academicismo que por fin( y por desgracia )triunfará en los interiores de las viviendas burguesas del siglo XX?