jueves, 19 de agosto de 2010
Centro Blanco 1950. Mark Rothko.
Centro Blanco 1950. Mark Rothko.
Las tendencias abstractas geométricas anteriores a la II Guerra Mundial concedían a menudo a estas formas geométricas un cierto valor trascendente y creyeron en la posibilidad de éstas de contribuir a transformar al individuo y a la sociedad a través del arte.
Tras la II Guerra Mundial las tendencias surgidas en el campo de la abstracción geométrica tomarán dos caminos:
- El de los que seguirán creyendo en la capacidad trascendente de la pintura, como es el caso de los pintores de la Color Field Painting.
- El de los se centrarán más en el carácter objetivo de estas mismas formas, desproveyéndolas de todo misticismo o aspiración trascendente como correspondería a la Abstracción Post-pictórica, el Minimalismo o el Op Art.
En el desarrollo en los Estados Unidos de las nuevas tendencias geométricas posteriores a la II Guerra Mundial tendrá mucha importancia la figura del pintor alemán Josef Albers, que proveniente de la Bauhaus, se establecerá en los Estados Unidos dónde divulgará sus teorías y estudios sobre el color que el mismo aplicará en su conocida serie de “ homenajes la cuadrado”.
La Color Field Painting o Pintura del Campo de Color, surgió en los Estados Unidos y ha sido frecuentemente emparentada, no demasiado acertadamente, con el Expresionismo abstracto. Entre los pintores de este movimiento destacan Barnett Newman o Mark Rothko. Éstos se mantendrán en la creencia en un arte con una cierta voluntad trascendente y de la obra como vehículo de contemplación.
Quizás el artista más determinante de todos ellos sea el pintor de origen ruso Mark Rothko. Éste nació en 1903 en Dvinsk, Letonia, entonces perteneciente al Imperio Ruso en una familia judía que emigrará a Oregón, Estados Unidos cuando Mark era un niño.
Instalado en Estados Unidos, Rothko recibirá una beca para estudiar Humanidades en la exclusiva Universidad de Yale, por las brillantes notas obtenidas en su bachillerato. Más tarde, abandonará la universidad para dedicarse en exclusiva a la pintura.
Sus primeras obras son todavía figurativas y recogen influencias diversas, entre ellas las del expresionismo. A comienzos de los años 40, sus obras aparecen muy influenciadas por el surrealismo, movimiento que había conocido a través de algunas exposiciones celebradas en Nueva York. Sin embargo, su obra más conocida y madura es la que empieza a desarrollarse en los últimos años de la década de los 40, cuando sus cuadros pierden toda referencia figurativa y en sus imágenes dominan formas rectangulares de bordes difusos.
Tal es el caso del cuadro que estamos comentando. Como es característico en Rothko, se trata de un óleo sobre lienzo de grandes dimensiones.
En los lienzos de Rothko, la superficie del cuadro está ocupada por grandes áreas rectangulares de color sutilmente aplicado. Sobre un fondo naranja aparecen flotando unas formas rectangulares: Una rosa más grande en la parte inferior, otra blanca, una banda horizontal negra y una amarilla en la parte superior. La pintura se aplica en finas capas sucesivas ricas en pigmento pero con poco aglutinante y mucho disolvente. Así por ejemplo, en el rectángulo de color rosa se acumulan capas de otros colores que dotan al color de una reverberación y sutileza especiales. Además, Rothko se aleja de la abstracción geométrica más tradicional, con sus formas de contornos netos y definidos para crear en sus formas rectangulares unos bordes suavemente difuminados que subrayan también la apariencia etérea de éstos. En la madurez de su estilo Rothko empleará siempre estas composiciones basadas en masas rectangulares gaseosas que parecen levitar sobre el fondo.
De este modo, las ya mencionada apariencia etérea de las grandes masas rectangulares de bordes indefinidos con las que se ordena la imagen parecen tener un halo que junto con el gran tamaño del cuadro buscará crear al espectador la sensación de introducirse en el espacio del cuadro, como si el cuadro fuera una especie de espacio espiritual o un altar sin imágenes que envuelve o acoge al espectador , haciendo de la observación del cuadro una experiencia contemplativa o trascendente (De hecho, una de sus obras más conocidas fue el conjunto de lienzos que realizó para una capilla pluriconfesional en Houston, Texas).
Todo esto iba originalmente de la mano del extraordinario rigor de Rothko en la exposición de sus cuadros al público; solía controlar cuidadosamente la iluminación y disposición del cuadro para crear la atmósfera adecuada para su contemplación. Un ejemplo significativo de esto es que, a mediados de los años 50, cuando, tras años de dificultades, empezó a recibir el reconocimiento crítico y de los coleccionistas, recibió el encargo para decorar con una serie de pinturas el Four Seasons, que iba a ser uno de los restaurantes más exclusivos de Nueva York. Sin embargo, tras realizar las pinturas y volver a visitar el restaurante, vio que éste no ofrecía las condiciones de intimidad y recogimiento que necesitaban sus pinturas por lo que prefirió cancelar el contrato, devolver los anticipos económicos y guardar sus pinturas, algunas de las cuales donaría, más adelante, a la Tate Gallery londinense.
Desde mediados de los años 50 la paleta de Rothko se irá haciendo paulatinamente más oscura hasta derivar en las últimas composiciones en combinaciones de gris y negro realizadas ya en acrílico y con unos bordes más netos que parecen trasmitir la crisis personal que le llevaría al suicidio en 1970.
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