viernes, 8 de enero de 2010

David de Miguel Ángel.1502-1504.Florencia.


Miguel Ángel es el escultor más importante del Cinquecento. Además de su actividad como escultor, practicó la arquitectura (construyendo la Bibioteca laurenciana de Florencia, la plaza del Campidoglio en Roma o interviniendo en la basílica de San Pedro en la que entre otras cosas diseñó su cúpula), la pintura (pintando la bóveda de la Capilla Sixtina y el Juicio Final en su ábside) y la poesía. Miguel Ángel nació en 1475 en Caprese, un pueblo de la Toscana. Si en sus primeras obras (la Pietá, La Virgen con el Niño de Brujas, el Baco, el David) vemos un clasicismo extremo, tempranamente aparecen en Miguel Ángel aspectos estilísticos nuevos que lo alejan del clasicismo y prefiguran el manierismo del que será motor y máximo representante: posturas quebradas e intranquilas, formas inacabadas y superficies rugosas y sin pulir y un recurso al Non finito que es una utilización consciente de la superficie mate y rugosa en su cualidad “ pictórica”.
En este Non finito podemos ver también la adscripción de Miguel Ángel al platonismo, con su creencia acerca de que la idea ya está contenida en el bloque de mármol y que el escultor es el agente que la saca a la superficie, de modo que, cuando esa idea está ya clara, ya ha aflorado, no es necesario insistir más en ella incidiendo en sus detalles.
Por lo general, las figuras de Miguel Ángel tendrán físicos poderosísimos, reflejo de la fortaleza espiritual que quiere atribuirles, de modo que sus esculturas, como sus pinturas también parecen representar a titanes.
El David fue realizado entre 1502y 1504 en Florencia, ciudad que gracias a su extraordinario desarrollo económico y la increíble riqueza de algunas de sus familias de burgueses más notables, se había convertido en protagonista y motor de la enorme transformación cultural y artística que había supuesto lel humanismo y el Renacimiento en el siglo XV. Miguel Ángel talló la escultura en un bloque de blanco mármol de Carrara. Dicho bloque tiene un curioso origen ya que había sido adquirido casi 40 años antes para realizar una de las esculturas que el gremio de laneros de Florencia había encargado para ser colocadas rematando los contrafuertes de la catedral. Tras deteriorarse, varios escultores intentaron aprovecharlo buscando tallar algo en él pero abandonaron, considerándolo inaprovechable por ser demasiado estrecho respecto a la gran altura que tenía. Finalmente, Miguel Ángel consiguió hacerse con el encargo de tallar en él un David.
La figura de 4,10m. de altura es un verdadero prodigio de talla. Aunque Miguel Ángel realizó numerosos dibujos preparatorios y algunos bocetos a escala en cera y arcilla, talló la escultura directamente sin emplear como solía ser habitual un modelo al mismo tamaño de escayola. La talla se complementa con un cuidadoso pulido de toda la superficie. Así, talla y pulido reproducen con precisión nervios ( como podemos ver en los brazos o en las prodigiosas manos), músculos, cabello y cualquier textura del cuerpo, dando la sensación de estar delicadamente modelado más que tallado.
Aunque la composición prima la visión frontal, Miguel Ángel buscó que pudiera ser observada girando completamente en torno a ella, por lo que la talló con sumo detalle cuidando todos los puntos de vista. La figura presenta una composición estable basada en un contraposto apoyándose sobre su pierna derecha, cayendo, de este modo, el centro de gravedad de la figura sobre el pie derecho. La pierna izquierda aparece así ligeramente flexionada, como si estuviera liberada de soportar el peso de la figura. Del mismo modo, la cadera derecha se eleva respecto a la izquierda, y el hombro derecho aparece respecto al otro inclinándose ligeramente hacia abajo. El brazo derecho cae en paralelo l cuerpo y su mano sostiene una piedra mientras que el brazo izquierdo se flexiona sosteniendo la honda que David apoya sobre su hombro.
La cabeza rota hacia su izquierda en vez de mirar al frente.
Las proporciones de manos y cabeza aparecen algo grandes respecto a las del resto del cuerpo aunque parece ser que Miguel Ángel, pensando que iba a ser instalada a gran altura, agrandó éstas para compensar ciertas incorrecciones visuales que, de lo contrario, las hubieran hecho aparecer demasiado pequeñas.
Miguel Ángel no representa un adolescente como habían hecho Donatello o Verrochio al realizar el mismo tema, sino que presenta un joven de anatomía más robusta. Sus músculos están más desarrollados, como podemos ver en sus brazos o en el abdomen pero sin romper la armonía clásica de las fluidas líneas de la composición.
La figura sugiere una tensión contenida tanto por su postura como por el gesto del David cuyo rostro, aún siendo de una belleza apolínea, aparece mostrando una especie de rabia contenida y de concentración, ya que, otra vez diferenciándose de los modelos de Donatello y Verrochio, en vez de representar el momento posterior al combate con la cabeza cortada de Goliat a sus pies, Miguel Ángel opta, al parecer, por mostrar el momento pleno de tensión previo al combate con el gigante.
Al culminarla, la escultura causó tal sensación que se decidió no colocarla sobre los contrafuertes de la catedral y se creó una comisión de la que formaban parte numerosos artistas entre los que se encontraba Leonardo, para decidir otro emplazamiento. Finalmente, Miguel Ángel consiguió imponer su criterio a dicha comisión y la escultura se colocó elevada sobre un pedestal frente al Palacio de la Signoria de Florencia, símbolo del gobierno de la ciudad. De este modo, El David se convirtió en un símbolo del ansia de libertad e independencia de la ciudad frente al poder de las grandes familias como los Médicis que pretendían ejercerlo en solitario o de los enemigos exteriores que la amenazaban.
Actualmente, la talla original se encuentra protegida en el museo de la Academia de Florencia y en su emplazamiento original se instaló una réplica.
El David de Miguel Ángel se ha convertido en uno de los mejores ejemplos de los valores clásicos del Renacimiento Pleno de inicios del siglo XVI. Su belleza es la culminación de la evolución de la plástica renacentista que, a partir de la tradición, no se limita a reproducir miméticamente los antiguos modelos grecorromanos, sino que crea unos nuevos tipos igualmente clásicos, acordes con los valores de esa sociedad impregnada de cultura humanista en la que se desarrollan.

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