domingo, 20 de diciembre de 2009

Fresco de la Trinidad. Andrea Massacio.1425-1427.


Fresco de la Trinidad. Andrea Massacio.1425-1427.
Situado en la iglesia de Santa María Novella, Florencia.

Florencia era a comienzos del siglo XV una de las ciudades más ricas y dinámicas de Europa. Las grandes familias burguesas florentinas como los Medicis, Pazzi, Rucellai, Tornabuoni, Pitti y otras, propietarias de enormes fortunas gracias a sus actividades bancarias y comerciales, contribuirán al enorme florecimiento artístico que se va a producir en su ciudad. Algunos de estos artistas florentinos, influidos por la naciente cultura humanista que pretendía conciliar la fe cristiana y el conocimiento de la tradición cultural clásica grecorromana, volverán su mirada hacia dicha tradición para, inspirándose en ésta, crear unas nuevas formas clásicas que enfrentarían a la estética gótica hasta entonces imperante. Así, nos encontramos con las figuras de Brunnelleschi en arquitectura y las de Ghiberti y Donnatello en escultura.
En el campo de la pintura, la transformación, algo más tardía, se producirá ya en la tercera década del siglo XV de la mano de Massacio.
Éste nació cerca de Arezzo en 1401 y falleció en Roma sólo 27 años más tarde (en 1428). Sin embargo, la importancia de su trabajo es fundamental para entender la deriva de la pintura del Quattrocento renacentista. Cuando Massacio comienza a trabajar en 1422 en Florencia imperaba la estética del gótico internacional de la mano de pintores como Lorenzo Monaco o el propio maestro de Massacio, Masolino. Sin embargo, la nueva estética del quattrocento y, seguramente también, el contacto con artistas como los ya mencionados Brunnelleschi y Donnatello, contribuirán a la evolución del arte de ese joven artista.
En Massacio, además, aparece la recuperación de los intereses plásticos de Giotto y el perfeccionamiento de éstos.
Esto se concretará en dos obras fundamentales de Massacio: los frescos de la Capilla Brancacci en la iglesia del Carmine y el fresco de la Trinidad de la iglesia de santa María Novella, todos ellos en Florencia.
Aunque frescos como los famosísimos “Tributo de la moneda” o “la expulsión de Adán y Eva del paraíso” de la capilla Brancacci son un magnífico ejemplo de la concreción de los nuevos valores plásticos, en este caso vamos a comentar el también importantísimo fresco de la Trinidad.
Est a es una imagen de gran tamaño ya que tiene casi siete metros de altura por unos cuatro de anchura.
Como sabemos, la búsqueda de una imagen cuya belleza esté basada en la armonía formal es fundamental en los nuevos valores renacentistas. Para ello, la composición de la imagen es un elemento clave. Así vemos que tanto las figuras que aparecen en la imagen: las arrodilladas de los comitentes, como las de La Virgen María y San Juan Evangelista a los pies de la cruz y los elementos arquitectónicos representados se disponen estrictamente simétricos respecto al eje vertical con el que coinciden el cuerpo de Cristo en la cruz y la imagen de Dios Padre sobre Él.
El dibujo preciso, tanto en la representación de los elementos arquitectónicos como en la de las anatomías de los personajes es el constructor de la imagen, como ocurrirá en toda la pintura quattrocentista.
Massacio emplea una amplia gama de colores entre los que predominan los poco saturados grisáceos, rojizos y ocres de la arquitectura representada. Además reparte simétricamente los tonos de colores para que el equilibrio de éstos sea aún mayor. De este modo, La Virgen aparece vestida de negro y San Juan de rojo mientras que el comitente arrodillado junto a la Virgen aparece de rojo y el que está junto a San Juan de negro.

Como también se generalizará en la pintura del Quattrocento, la iluminación que parece bañar la imagen, es difusa, generando un suave claroscuro que contribuye al modelado de figuras y elementos arquitectónicos, generando una suficiente sensación de volumen.
Las figuras de Massacio, cobran gracias a dicho claroscuro y al dibujo preciso de sus anatomías antes mencionado, una corporeidad rotunda que las hace deudoras de los modelos de Giotto y las aleja definitivamente de las figuras delicadas y casi etéreas del gótico internacional, simbolizando también la nueva posición del hombre en esta cultura renacentista humanista.
Junto con esto, los gestos serios de los personajes contribuyen a dar cierta sensación de grave solemnidad a la representación.
El espacio está correctamente representado por medio de una perspectiva cónica científica en lo que es un de las grandes aportaciones de Massacio ( a Pesar de que esta perspectiva le fuera enseñada seguramente por su amigo Brunnelleschi). De este modo, las relaciones entre las figuras y el espacio en el que están situadas son absolutamente coherentes. La perspectiva le sirve a Massacio para representar perfectamente una arquitectura de reminiscencias clásicas , con pilastras de orden corintio soportando un entablamento junto a las cuales unas columnas jónicas sostienen un arco de medio punto tangente a dicho entablamento. Tras las columnas y el arco se abre un espacio cubierto por una bóveda de cañón con casetones que evoca la arquitectura de termas y basílicas romanas y en este caso, prefigura arquitecturas renacentistas posteriores.
Massacio coloca el punto de fuga de la perspectiva cónica frontal en el eje vertical de la imagen y a la altura aproximada de los ojos del espectador con lo que la imagen aparece a los ojos de éste como algo aún más coherente y prefigurando en cierta manera los trampantojos barrocos de dos siglos más tarde.
La pintura puede leerse en sentido vertical ascendente, simbolizando
la ascensión hacia la salvación eterna, desde el esqueleto sobre el sepulcro
(símbolos evidentes de la muerte), hasta la Vida eterna (Dios Padre), pasando por la oración (los comitentes o donantes), la intercesión de los santos (San Juan y la Virgen), y la redención (Cristo sacrificándose por la humanidad en la cruz).

Aunque la obra de Massacio sea, por su corta vida, poco abundante su influencia posterior va a ser enorme ya que, como hemos visto en este comentario, las características de su obra son, básicamente, las que vamos a poder observar en el resto de la pintura del Quattrocento. Sin Massacio, la pintura de dicho periodo no habría sido seguramente la misma.