domingo, 31 de enero de 2010
Las meninas. Velázquez. 1656-1657.
Diego de Velázquez es, sin duda, el gran genio de la pintura española de este periodo y uno de los más grandes de la historia del Arte. Nació en Sevilla, dónde se formó y adquirida su maestría se dirigió a Madrid con la intención de trabajar en la corte, lo que consiguió, ya que alcanzó el favor de Felipe IV y con él, el puesto de pintor de cámara del Rey.
En el larguísimo reinado de Felipe IV, el enorme imperio español , convertido en el capitán de la Contrarreforma, se encontraba en decadencia debido a las constantes y costosísimas guerras , como la guerra de los Treinta años, que lo enfrentaron a otros estados europeos, a una corrupción administrativa generalizada y a una mala administración. Sin embargo, esta época corresponde también con un periodo de enorme esplendor cultural de España, el llamado Siglo de Oro, en el que surgirán genios como el escritor Quevedo, el dramaturgo Calderón de la Barca o los pintores Zurbarán, Murillo y el propio Velázquez.
Felipe IV de hecho, fue un rey muy interesado por la cultura y un gran aficionado a la pintura lo que le hizo atesorar una magnífica colección de pinturas de artistas italianos del renacimiento, cuya contemplación causó una gran influencia en Velázquez.
En la vida de Velázquez fueron además muy importantes los dos viajes que, con un lapso de 20 años, realizó a Italia, comisionado por el rey para comprar obras de arte para la colección real. En el primero conoció aún mejor la pintura italiana, De este modo, gracias tanto a lo visto en Italia como a los magníficos cuadros de Tiziano y de otros autores que había podido contemplar en la colección real su obra evolucionó la influencia de la pintura veneciana.
Así, la pintura de Velázquez destaca por la valoración de la materia pictórica y de los juegos de texturas y distintas plasticidades de pinceladas, veladuras y empastes que utilizará con una precisión y soltura extraordinarias en la conformación de la imagen y de los distintos elementos que en ella aparecen representados. Pero además de esto nos llama la atención el naturalismo del tratamiento de la imagen, tanto en el retrato y captación de los personajes y sus gestos, como en la representación del paisaje y de los espacios en los que se sitúan los personajes. como podemos ver en los paisajes al atardecer en los que sitúa, la rendición de Breda o el retrato ecuestre del Conde- Duque de Olivares, o los dos magníficos paisajes de Villa Médicis , realizados en su segunda estancia romana, que sorprenden por el tratamiento de pequeñas pinceladas casi “impresionista”. Pero también sorprende el tratamiento absolutamente original del espacio en cuadros como
Entre la obras de Velázquez podemos destacar Las Meninas, las Hilanderas. La Venus del espejo, la rendición de Breda ( conocido como las Lanzas), El triunfo de Baco (popularmente, los borrachos), la fragua de Vulcano o el Cristo crucificado y los magníficos retratos de Felipe IV y sus familiares, así como los de los bufones y enanos de la corte o del Papa Inocencio X .
Las Meninas fue pintado por Velázquez en1656-57. Se trata de un óleo sobre lienzo de gran tamaño.
La gama de colores es bastante amplia aunque predominan los tonos que van del blanco al negro, pasando por una gran variedad de grises y pardos.
En cuanto al tratamiento pictórico, es un prodigio de soltura y de juegos de calidades y densidades, combinándose ligeras veladuras con vibrantes y densos empastes, finas pinceladas fundiéndose entre si con anchas pinceladas y brochazos superponiéndose y cuyo recorrido por la superficie del cuadro se aprecia perfectamente, resolviendo con una extraordinaria precisión y un asombroso naturalismo las diferentes texturas representadas en la imagen ( lo que podemos observar de modo patente en los brillos, detalles y pliegues de los vestidos de los personajes) .
Algunas figuras están representadas de un modo absolutamente minucioso, con los contornos y rasgos delimitados y precisos (como la infanta y sus damas de compañía o meninas) mientras que otras los tienen difuminados y borrosos ( como el “ Sfumatto” de las figuras del pintor y de la pareja de acompañantes más atrasados o el del enano en primer plano que parece estar molestando al perro, lo que imprime cierta sensación de movimiento a dicha figura). Esta representación con elementos enfocados y desenfocados según el plano en el que se sitúan sugiere el empleo por parte de Velázquez de la “cámara oscura” que era una especie de caja, con una lente y un sistema de espejos que proyectaba la imagen enfocada sobre un plano situado en la parte superior de dicha caja.
El tratamiento lumínico es también un elemento a destacar: la iluminación es focal , derivada del tenebrismo caravaggiesco, con la luz penetrando en la habitación por la ventana situada a la derecha, incidiendo directamente en las figuras situadas en primer plano, generando un claroscuro muy acusado y dejando el resto del espacio en penumbra. Un segundo foco de luz está situado tras la puerta del fondo y sirve también para resaltar la figura situada en su umbral.
En cuanto a la composición, llama la atención el interés dado al espacio: las figuras ocupan sólo 2/5 partes en la zona inferior de la imagen; la habitación es un enorme cubo casi vacío entre el primer plano marcado por el lienzo las figuras algo más atrasadas y la pared del fondo.
Dicha habitación está perfecta y coherentemente representada por medio de una perspectiva cónica frontal cuyo punto de fuga se sitúa en la puerta abierta del fondo. Velázquez coloca el plano de las ventanas a la derecha, perpendicular al plan del cuadro y la pared del fondo paralela a dicho plano del cuadro. Un recurso característico del barroco es situar un elemento en primerísimo plano que sirve para romper los límites entre el espacio real y el espacio representado en la imagen y crear la sensación en el espectador que, de superarlo se podría introducir en ella. En este caso Velázquez utiliza el lienzo situado en primer plano a la izquierda con esta intención.
Por todas estas y otras razones, este es uno de los cuadros más singulares de la historia del arte. En él, Velázquez realiza un inusual retrato colectivo. En el centro aparece la infanta doña Margarita, hija del rey Felipe IV, acompañada de dos damas de honor, una de las cuales ofrece una jarrita con agua a la infanta, algo más adelantados y a la derecha, un perro, un enano molestándolo y una enana y detrás del grupo principal vemos a la izquierda al propio Velázquez autorretratándose mirando hacia el espectador y a la derecha dos miembros del séquito de la infanta. Un personaje de la corte aparece en el umbral de la puerta del fondo y los reyes se reflejan en el espejo del fondo (en lo que es un elemento que Velázquez introducirá también en la Venus del espejo). De hecho los juegos de espejos y reflejos tienen aquí una presencia fundamental ya que lo que nosotros estamos viendo ¿ no es acaso también la reproducción del reflejo producido en otro espejo a través del cual Velázquez observa lo que está pintando?
Cuando decimos que se trata de un retrato inusual tenemos en cuenta que no es frecuente que junto a los reyes y la infanta aparezcan nobles de su corte y menos aún enanos, que eran bufones de la corte y el propio pintor en lo que parece un privilegio poco común y que puede mostrarnos, no sólo el aprecio y consideración que tenían los reyes por el pintor sino también la voluntad de éste de dignificar su arte (ya que en España la pintura y los pintores no gozaban todavía de la consideración general de la que disfrutaban en Italia).
La influencia e importancia de este retrato ha sido extraordinaria. En la composición de la familia de Carlos IV de Goya vemos como éste también se autorretratará junto a la familia real (en este caso, al completo). En el siglo XIX Velázquez fue enormemente admirado por pintores como el impresionista Manet y ya en el siglo XX Picasso creará una fantástica serie de versiones de las Meninas mientras que otros cuadros de Velázquez, como el retrato del papa Inocencio X servirán de fuente de inspiración para otra serie de magníficos e inquietantes cuadros del irlandés Francis Bacon.
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