jueves, 1 de octubre de 2009

Bernini. Éxtasis de Santa Teresa. 1647-1652.



Tras el concilio de Trento, celebrado a mediados del siglo XVI, en el que la iglesia católica inicia la Contrarreforma para hacer frente al desarrollo del protestantismo, no solo se van a fortalecer ciertos dogmas católicos sino que se pretenderá reforzar la autoridad papal.
Entre las iniciativas vinculadas a este último objetivo estará la de transformar la ciudad de Roma, dotándola de nuevos edificios, iglesias, plazas y fuentes que se convertirán en hitos y puntos de referencia en la configuración de su trazado urbano y en una gloriosa y majestuosa sede de dicha autoridad papal.
De este modo, en la Roma barroca se edificarán numerosas y espectaculares iglesias proyectadas por grandes arquitectos como Pietro da Cortona, Rainaldi, Maderno, Borromini y Bernini. Este último fue el depositario principal de la confianza de varios papas en la plasmación del objetivo antes mencionado. Al que contribuirá con sus intervenciones en la Basílica de san Pedro, La plaza de San Pedro, la iglesia de San Andrés del Quirinal y otros muchos proyectos arquitectónicos y escultóricos.

La escultura barroca en Italia estará marcada por el genio de Bernini.Bernini fue una especie de continuador de la figura renacentista del Artista total. Un escritor inglés que visitó Roma dijo que acudió a una ópera en la que Bernini había diseñado los decorados, pintado los telones y modelado las esculturas de éste, construido la tramoya y escrito la letra y la música de la obra. Además fue el escultor más importante del barroco. Su obra, de la cual el Éxtasis de Santa Teresa es un señaladísimo ejemplo, se distingue, como podremos ver en ésta, por su escenográfico sentido que le hace jugar con composiciones muy dinámicas, con cuerpos torsionándose y con la curva como elemento omnipresente en las composiciones. Destacará también su exuberancia en el tratamiento de las superficies, jugando con los pliegues de las vestimentas y mantos que se retuercen, haciendo que los planos se multipliquen, buscando profundidades con el trépano y subrayando los efectos de claroscuro. Su sentido de lo dramático alcanzará también a las expresiones faciales y a las anatomías que expresarán el éxtasis místico o la fortaleza espiritual.
Otras obras de Bernini son: Apolo y Dafne, el David, La Fuente de los Cuatro Ríos en la plaza Navona de Roma, La Beata Ludovico Albertoni, los sepulcros de los papas Alejandro VII y Urbano VIII, la Cátedra de San Pedro en el Vaticano; Habacuc y el ángel y el retrato de Richelieu .
Situada en la capilla Cornaro, diseñada por él, de la Iglesia de Santa María de la Victoria en Roma, Bernini da una magnífica muestra de su sentido escenográfico en la concepción del espacio de la capilla, con los diferentes materiales empleados en los revestimientos, la complejidad de las formas arquitectónicas ( como por ejemplo, el frontón quebrado y con su parte central convexa)y en la que los límites entre lo escultórico y lo arquitectónico parecen difuminarse, con la inserción de esas nubes en la parte superior o con la misma conversión de la capilla en una especie de teatro en cuyo escenario-altar aparece la imagen de la Santa en el momento de sentir el éxtasis místico al que asisten como espectadoras las figuras escultóricas situadas en los palcos laterales de la capilla. Pero el sentido escenográfico de Bernini no se limita a esto, como podemos ve también en como juega con la iluminación natural que entra por un óculo, los brillos de los rayos de metal dorado situados en el fondo y que simbolizan la luz divina, los contrastes de color de los diversos materiales usados y el magnífico juego plástico de las exageradas arrugas y pliegues entrantes y salientes de las vestimentas con sus marcados efectos de claroscuro. El grupo escultórico está magistralmente tallado en mármol de Carrara, con un delicadísimo pulido de sus superficies y en el que destaca el virtuosismo de la talla de los pliegues ya mencionados, los dedos de las manos de la Santa o del ángel( obsérvese, por ejemplo, la maestría del tallado de la mano de éste sosteniendo delicadamente el dardo recién extraido y que simboliza el éxtasis místico. El gesto de la Santa describe con una intensidad incomparable y un asombroso naturalismo el momento del éxtasis místico, que nos da una imagen precisa del sentido de lo dramático de Bernini.

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