domingo, 14 de junio de 2015

El Descendimiento. Roger Van der Weyden. 1436.

En el siglo XV  Flandes era una región de Europa que había alcanzado un gran desarrollo económico ligado a las actividades comerciales y a la realización de paños de lana muy apreciados. Esto hizo florecer una burguesía que se añadirá a la aristocracia y al clero como cliente de los pintores locales. Así, los burgueses demandarán retratos o cuadros de temática religiosa de pequeño formato para sus viviendas y obras de más gran tamaño también de temática religiosa que donarán a iglesias y monasterios. 
Aunque contemporánea de la pintura Renacentista del Quattrocento italiano, podemos considerar todavía  a la pintura flamenca del siglo XV como culturalmente gótica ya que en vez de buscar una composición unitaria basada en la relación armónica de los elementos que componen la imagen, crean una imagen construida por sumandos que proviene de una mirada que parece mostrar interés por representar con precisión todo lo que aparece ante sus ojos e impone una visión dinámica al espectador que contempla la obra.
 Roger van der Weyden fue uno de estos genios de la 1ª generación de los pintores flamencos del siglo XV. Se sabe que nació en la ciudad de Tournai, en el norte de Francia hacia 1399  y que se formó en esa misma ciudad como aprendiz en el taller de Robert Campin, otro de los pintores más notables de ese periodo. Posteriormente se estableció en Bruselas dónde fue nombrado en 1436 pintor de la ciudad. Gozó de cierto reconocimiento internacional y así, se sabe que viajó a Italia, dónde su obra despertó el interés de algunos mecenas y artistas. Murió en Bruselas en 1464. 
 En las obras de Van der Wayden vemos el representativo gusto por el detalle de la pintura flamenca, aunque quizás no tan exagerado como el de los Van Eyck, y un interés por lo dramático, buscando despertar la emoción de quien contemple sus obras, característico del gótico final.  Entre sus obras más conocidas podemos destacar, además de este Descendimiento, el Altar de los Siete Sacramentos, el Tríptico de Miraflores, el Tríptico de la familia Braque, el Políptico del Juicio Final, el Calvario o Crucifixión de Scheut( recientemente restaurado) o el retrato de Anthony Burgundy.
 El Descendimiento es un óleo sobre tabla de tamaño grande 262 cm de ancho por 220 de alto  con un peculiar formato de T invertida. Esta es , en realidad la tabla central de un tríptico cuyas alas laterales  se han perdido. 
 Como es habitual, el cuadro está pintado tras una muy cuidadosa preparación e imprimación de las tablas que forman el soporte y en base a un minuciosísimo dibujo. La innovadora técnica del óleo, adoptada y generalizada por los pintores flamencos,  permite que el color se aplique muy cuidadosamente, respetando ese dibujo previo por medio de suaves e imperceptibles pinceladas y transparentes veladuras que crean una superficie pictórica homogénea en la que no hay valoración de lo pictórico. La técnica del óleo le permite además, demostrar un extraordinario virtuosismo técnico al reproducir detalles como las lágrimas que se deslizan por los rostros de La Virgen María, San Juan Evangelista, María Salomé( a la izquierda de Cristo)   y de María de Cleofás ( la anciana más a la izquierda de la imagen) o el alfiler  del tocado de esta última,  los lujosos adamascados dorados y el cuello de visón del abrigo de Nicodemo ( a la derecha de Cristo), la hebilla del cinturón de María Magdalena ( a la derecha del cuadro) o las diminutas ballestas que aparecen en las tracerías de las esquinas superiores, alusión a la Hermandad de Ballesteros de Lovaina que encargó el retablo. La luz difusa crea un claroscuro que permite modelar las figuras, de un tamaño próximo al natural, y generar la sensación de volumen de éstas. En este sentido, es llamativo el tratamiento de los pliegues de los vestidos y el exquisito modelado de rostros y manos.
El color es muy rico y destaca la intensidad del azul lapislázuli del vestido de la Virgen  o el empleo del dorado del fondo.  Puede sorprender el empleo de dicho color  dorado aunque esto tiene un sentido ya que en vez de situar las figuras en el paisaje del Calvario, Van Der Weyden las representa como si fueran las esculturas de un retablo situadas en un nicho de éste.  De hecho, las tracerías de las esquinas superiores buscan también generar esa sensación, de manera que podríamos entender el cuadro como un enorme trampantojo en el que se representa un grupo escultórico policromado situado en un nicho.  Además, Van der Weyden no crea un fondo dorado uniforme sino que, por medio de diminutas pinceladas de negro y rojo aplicadas sobre él, pretende generar efectos de sombras proyectadas sobre esa superficie. Respecto al color podemos señalar también el tono ceniciento del rostro y manos de la Virgen como si el pintor quisiera establecer un paralelismo entre la Pasión de Cristo y el insoportable dolor por la muerte del hijo padecido por su Madre.
 En la composición llama la atención el juego de líneas curvas y oblicuas ( las del cuerpo inerte de Cristo, la de la Virgen  desmayada a los pies de la cruz o de las curvas de los cuerpos de San Juan Evangelista, con túnica roja a la izquierda de la imagen y de María Magdalena,  como hemos dicho a la derecha ,como una especie de paréntesis que agrupan la composición. Es destacable también la diagonal que partiendo de la mirada de Nicodemo pasa por las manos inanimadas de Cristo y la Virgen y acaba en un pie de San Juan Evagelista, la otra mano de la Virgen y , por ultimo, la calavera que puede ser la calavera de Adán, simbolizándose así la redención ,por medio de la muerte de Cristo, del Pecado Original.
 Las posturas, gestos de dolor y rostros compungidos y tristes de los personajes son característicos de este periodo del Gótico en el que por medio de las expresiones patéticas de los personajes se pretende incidir en el ánimo del espectador , provocando la piedad por el sufrimiento padecido por Cristo y el dolor de su Madre.


Como hemos dicho, el Cuadro fue encargado por la Hermandad de ballesteros de Lovaina para la iglesia de Santa María Extramuros de la ciudad. En el siglo XVI fue adquirido por María de Hungría, hermana del emperador Carlos V, a cambio de un órgano y una copia del cuadro realizada por un pintor del siglo XVI. Más adelante, fue comprada a ésta por Felipe II, su sobrino, y así , tras sufrir un naufragio cuando lo traían a España y ser recuperado sin sufrir demasiados daños, llegó al Palacio de El Escorial. Tras el final de la Guerra Civil, se trasladó al Museo del Prado dónde podemos admirarlo junto a otros magníficos ejemplos de pintura flamenca.

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