miércoles, 17 de agosto de 2011

Iglesia de Iesu, Donostia,2011. Rafael Moneo.



Iglesia de Iesu, Donostia,2011. Rafael Moneo.
Rafael Moneo es uno de los arquitectos más importantes de las últimas décadas del siglo XX y de comienzos del XXI. Su obra se desarrolla en paralelo a la de otros autores que se cuestionarán o harán una lectura crítica del movimiento moderno y recurrirán desde una actitud postmoderna a cierta recuperación de otras formas de la tradición arquitectónica( cayendo en numerosas ocasiones, tanto voluntaria como involuntariamente en ciertos pastiches). Sin embargo, el trabajo de Moneo se caracteriza por recoger lo mejor del movimiento moderno aunándolo con múltiples influencias que provienen de un profundo conocimiento y un riguroso análisis de la historia de la arquitectura y del contexto especifico en el que desarrolla cada uno de sus proyectos. Nacido en 1937 en Tudela ( Navarra), se graduó como arquitecto en 1961 y desde entonces trabajó en el estudio del también navarro Francisco Javier Saiz de Oiza que había realizado la basílica de Arantzazu y, más tarde en el del danés Jorn Ützon, autor de la Ópera de Sidney,. Posteriormente, abriría su propio estudio y combinaría la labor arquitectónica con la docente, siendo profesor de la escuela de arquitectura de Madrid, de la de Barcelona y profesor invitado de diversas universidades americanas, llegando a ser decano de la escuela de arquitectura de Harvard. Además, ha recibido numerosos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Pritzker, considerado como una especie de Nobel de la arquitectura. Entre sus obras más importantes podemos destacar el ayuntamiento de Logroño, el edificio de la Previsión española en Sevilla. El Moderna museet de Estocolmo, el museo de arte romano de Mérida, La Catedral de Los Ángeles y el Auditorio y palacio de congresos Kursaal en Donostia.
Precisamente, la construcción del Kursaal permitió que se iniciara una relación de amistad entre Moneo y el sacerdote Jesús María Zabaleta que con su entusiasmo y dedicación se convertiría en el gran dinamizador e impulsor del proyecto de esta parroquia, consiguiendo la implicación de Moneo y de instituciones y particulares que financiaran la construcción.
La iglesia está enclavada en la avenida de Barcelona del novísimo barrio donostiarra de Riberas de Loyola., situándose en un vértice del llamado Parque de la Memoria.
Exteriormente, la construcción aparece como la conjunción de dos cuerpos prismáticos uno de planta rectangular y más bajo en el que se sitúan diversas dependencias parroquiales y un patio con jardín a modo de claustro o atrio y otro semejante a un cubo y mucho más elevado que alberga la iglesia propiamente dicha. En la parte inferior de todo el edificio vemos un zócalo revestido de placas de piedra gris mientras que los paramentos, tanto exteriores como interiores, aparecen recubiertos de un hormigón monocapa blanco.
El acceso al interior se realiza a través de dos puertas, una de ellas monumental de 8 x 8 m realizada en madera con una gruesa celosía de madera y situada en el extremo del nártex más próximo a la iglesia. Dicho nártex corre paralelo a la avenida de Barcelona separado por un muro en el que se abre un gran vano recubierto también con una celosía de madera idéntica a la de la puerta monumental. Desde el nártex descubrimos el patio con jardín que, según la voluntad de Moneo, quiere evocar los claustros de las construcciones monásticas medievales pero que también nos recuerda a los atrios de las iglesias paleocristianas y , abrazando a éste en dos de sus lados el edificio que alberga las dependencias parroquiales y que, descubrimos ahora, tiene planta de “ ele”.
Al acceder desde el nártex al interior de la iglesia nos encontramos frente a un muro en el que se abre un vano que comunica visualmente este espacio con el del baptisterio y en el que aparece la única imagen figurativa del templo: Una hierática Virgen con el Niño realizada por el escultor navarro José Ramón Anda,en bronce pero con una pátina que imita la piedra y que parece inspirarse en la plástica preclásica pero también en ciertas representaciones medievales y en las imágenes religiosas del escultor italiano del siglo XX, Manzú.
La planta de la iglesia es una cruz quebrada, insertada dentro de un cuadrado, por lo que se obtienen cuatro espacios cuadrangulares en las esquinas: Junto a la entrada queda el baptisterio, al otro lado de los pies de la iglesia, la llamada capilla del Sagrario. Del mismo modo, a la derecha del presbiterio se sitúa la capilla de la Reconciliación y a la izquierda la sacristía.
En las iglesias góticas, la luz filtrada por las vidrieras bañaba el interior de la iglesia de haces de luces multicolores que hacían de éste un espacio de transformación espiritual. Aneriormente, en los templos bizantinos, la parte alta del espacio interior de la iglesia se equiparaba al cielo y se revestía frecuentemente de mosaicos con profusión de dorados cuyos brillos y reflejos generaban una cierta sensación de desmaterialización de las formas o, por ejemplo en el caso de santa Sofía la sensación de que la cúpula gravita sobre los fieles. Empleando igualmente la luz y equiparando también la zona más elevada de la iglesia con lo celestial, Moneo sitúa una cruz quebrada recortándose a 21 m. de altura en el techo de la iglesia, de modo que deja unos amplios intersticios entre ella y los muros por los que la luz ilumina cenitalmente y , de este modo, al elevar nuestra mirada hacia ella parece flotar ingrávida sobre nosotros. Además de esta luz cenital en el perímetro de la iglesia, la luz natural penetra por otros dos puntos, una ventana en el brazo sur del transepto y un ventanal a la derecha del presbiterio. Sin embargo, la claridad del interior es extraordinaria.
La pureza de líneas, volúmenes y espacios, la belleza geométrica de éstos y la ausencia de decoración enlazan no sólo con la estética minimalista sino que también y sobre todo con la mística del espacio cisterciense que buscaba una arquitectura de formas claras y ausencia de decoración para que ésta no distrajera del propósito principal que era facilitar la elevación espiritual del monje que oraba en dichos espacios. De este modo ,en el altar se ha optado por colocar sólo un enorme tríptico abstracto del pintor Javier Alkain.

Moneo ha jugado también con las alturas del interior de la iglesia. Si, como hemos dicho, la cruz sobre la iglesia se eleva a 21 m. de altura, y el techo de la capilla del Sagrario se eleva hasta los 28 m de altura. En esta capilla del Sagrario aparece un vano muy elevado cubierto por una serie de láminas de alabastro traslucido en el que se recortan las imágenes del sol y las fases de la luna.
El centro de la capilla de la Reconciliación lo ocupa un gran mueble-escultura a modo de confesionario pero también de mesa en torno a la cual conversar. En esta capilla se sitúa el único ventanal o mirador que arranca del suelo y desde el que se ve el Parque de la Memoria. Presidiendo dicha capilla aparece un enorme lienzo realizado por Prudencio Irazabal y de dimensiones idénticas a las del vano contiguo que se abre desde ésta al presbiterio, sugiriendo cierta idea de desplazamiento.
El suelo en todo el conjunto es de basalto negro cortado a sierra en grandes losas y tanto las pantallas de la luz artificial (Unos conos de aluminio lacado) como los bancos, la mesa y las sillas del altar y el confesionario de la Capilla de la Reconciliación, realizados en roble macizo han sido diseñados por Moneo .
Otro elemento a destacar es el órgano realizado en Alemania y situado en un coro que cuelga sobre el brazo sur del transepto.

Como hemos dicho, los edificios de Moneo destacan por que buscan responder a diversas cuestiones no sólo acerca de su función sino del contexto en el que se sitúan y teniendo en cuenta que la iglesia está en el País Vasco, ha querido hacer un homenaje a dos de sus artitas más destacados: sus admirados Oteiza y Chillida. La evocación de las cajas metafísicas de Oteiza parece evidente en el modo en el que se relaciona la iglesia con los cuatro espacios cuadrangulares antes mencionados. Al Igual que en las cajas metafísicas las aberturas practicadas en sus planos permiten acceder visual y espiritualmente al espacio vacío de su interior, los vanos practicados en los muros permiten que desde la iglesia podamos, por ejemplo, acceder visualmente al baptisterio y desde éste al pasillo de acceso al templo, creándose fluidas circulaciones visuales. Estas circulaciones visuales aluden metafóricamente también a una frase que surgió, durante la génesis del proyecto en las conversaciones entre el párroco y Moneo. Según parece en un momento se mencionó la frase de Santo Tomás: “ Omnia Permia” (Todo lo atraviesa- Refiriéndose a la acción de Dios-) que se convertiría en una especie de lema de dicho proyecto.
Otro aspecto en el que Moneo coincide en este proyecto también con Oteiza es en cierta “huida del ángulo recto”. La mayoría de los ángulos empleados son ligeramente superiores o inferiores a 90º y, al igual que la cruz quebrada que sobrevuela la nave, parecen querer evocar las tensiones del mundo actual.
El rigor reflexivo de Moneo le exigía plantearse de que modo a construcción de una iglesia podía aludir a un contexto , como hemos dicho, de tensiones y en el que parecen no darse las condiciones óptimas no solo para la vivencia de lo religioso sino de cualquier introspección mas o menos profunda. Además, no podemos negar que estamos en una época de cambios y en un momento en que parte de la población parece haberse alejado de la iglesia y no acepta o cuestiona mucho de lo que sus autoridades dicen o hacen. A la vista de los resultados, podemos afirmar que Moneo ha conseguido su objetivo con creces, con un edificio lleno de sugerencias, de una enorme belleza basada en la aparente simplicidad de espacios y volúmenes y en un exquisito tratamiento de la luz y que invita a creyentes y gentiles al recogimiento y a la introspección.



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