viernes, 28 de mayo de 2010

Pabellón de Alemania. Exposición Universal de 1929 en Barcelona. Mies Van der Rohe. (Reconstrucción).




Pabellón de Alemania. Exposición Universal de 1929 en Barcelona. Mies Van der Rohe. (Reconstrucción)
A finales del siglo XIX ya se habían observado las primeras tendencias funcionalistas que abogaban por realizar edificios cuya función determinara su forma y en la que hubiera una cierta renuncia a todo decorativismo superfluo. Entre los arquitectos de comienzos del siglo XX que defenderán la elaboración de una arquitectura pura, plenamente funcional basada en estos principios está el austriaco Adolf Loos.
Tras la I Guerra Mundial, ligado al afán transformador de las vanguardias históricas, uno de los objetivos principales que plantearán algunos inquietos arquitectos será el de crear unas formas que respondan de manera efectiva, funcional y económica, es decir, racional, a las nuevas necesidades sociales en materia de vivienda y urbanismo. Para ello, no valdrán ya las revisiones de los viejos estilos históricos que se considerarán definitivamente superados.
Así, abogarán por una nueva arquitectura en la que la forma fuera determinada por la función a cumplir, que ofreciera soluciones sencillas, económicas y cómodas a las nuevas necesidades por medio de unas formas sencillas desprovistas de toda decoración. Se valorará la pureza formal y se aprovecharán las posibilidades que las nuevas tecnologías ofrecen a la construcción arquitectónica.
De este modo, se generalizará el empleo de nuevos materiales como las estructuras de hierro u hormigón armado( que hasta entonces se había utilizado sólo para edificios industriales pero cuyas enormes posibilidades sabrán explotar) y el vidrio en las fachadas.
A este tipo de arquitectura se le suele llamar racionalista, aunque también se utilizará el término de Estilo Internacional, que aplicó el crítico y arquitecto Philip Johnson a comienzos de los años 30, al Propugnar una forma de proyectraa “ universal” y desprovista de características “ regionales” y constatar, además, el desarrollo internacional de estas formas.
El arquitecto alemán Mies Van der Rohe fue otro de los puntales del llamado estilo internacional. Tras ser el último director de la Bauhaus, antes de su clausura por los nazis, emigró a Estados Unidos dónde su labor docente y constructiva lo convirtieron en uno de los arquitectos más importantes e influyentes del siglo XX. Construcciones suyas como el pabellón alemán para la exposición Universal de Barcelona de 1929, la casa Farnsworth, construida en Illinois, el Crown Hall de la escuela de tecnología de Illinois o el rascacielos Seagram en Nueva York son hitos de la arquitectura que se distinguen por su extraordinarios refinamiento y elegancia formales y por la constitución de un nuevo lenguaje clásico.
El Pabellón de Alemania fue proyectado para Exposición Universal celebrada en1929 en Barcelona por Mies Van der Rohe.
Este pabellón debía representar simbólicamente la Alemania democrática de la República de Weimar que pretendía mostrar al mundo una imagen culta pacífica y progresista y que intentaba recuperase de la derrota en la 1ª Guerra mundial, producida once años antes. El pabellón tenía la función ceremonial de salón de recepción a los reyes de España durante la inauguración de dicha Exposición Universal
y se levantó discretamente a un lado del recinto de Montjuic dónde se celebró la Exposición Universal.
Mies optó por una arquitectura marcadamente horizontal que reposa sobre un enorme podio, recubierto de travertino que alberga un gran estanque. El podio o zócalo está cerrado por el extremo del estanque por unos muros recubiertos también de travertino. Frente al estanque se sitúa la parte cubierta a la que se accedía por una entrada flanqueada por una amplia cristalera y un muro recubierto de placas de mármol verde. La cubierta horizontal y rectangular del edificio descansa sobre una serie de pilares de acero cromado de sección cruciforme. Los muros están recubiertos de costosos y refinados materiales. Así, en el espacio principal destacaba un muro recubierto de costosas placas de ónice que se colocaron creando simetrías con el dibujo de sus vetas.
El espacio es fluido y los límites entre interior y exterior se rompen, sensación a la que contribuyen las amplias cristaleras. Tras el espacio cubierto y en el otro extremo del podio sobre el que se alza el edificio hay otro pequeño estanque cerrado a la vista desde el exterior por un muro recubierto otra vez de placas de mármol verde que guarda una escultura de una figura femenina de bronce, formalmente clásica realizada por el escultor Kolbe y llamada “ El Mañana”.
Mies diseñó también los bancos y sillas del edificio con una estructura de pletinas de acero cromado y cuero. Las sillas debían ser los tronos de los reyes de España en la recepción oficial., Posteriormente dichos bancos y sillas se han convertido en un icono del diseño del siglo XX con el nombre de silla y sillón Barcelona.
El rigor ortogonal, los muros verticales que crean bellos juegos de espacios fluidos y de perspectiva con sus líneas horizontales y la elegancia y el refinamiento de las soluciones formales testimonian el talento de quien, junto a Wright, Le Corbusier o Walter Gropius, es uno de los más grandes e influyentes arquitectos del siglo XX y dan como resultado un edificio formalmente moderno pero de una serena belleza clásica, tanto por la armónica relación entre los elementos que lo componen como con el propio entorno en el que se sitúa.
El edificio que podemos visitar hoy en día fue reconstruido con enorme cuidado y rigor entre 1983 y 1986 ya que el original fue derribado tras la exposición universal, como suele ser habitual en estos eventos.

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