jueves, 10 de diciembre de 2009

Sandro Botticelli. La Primavera. 1477-1482.



Botticelli fue un pintor de la 2ª generación de artistas florentinos del Quattrocento. Cuando nació, las nuevas formas renacentistas parecían haberse consolidado en su ciudad, imponiéndose sobre las formas góticas anteriores. Las riquísimas familias burguesas florentinas ( Los Médici, Rucellai, Tornabuoni, Pazzi o Pitti ) habían convertido sus residencias en lugares dónde se congregaban los humanistas y los artistas más notables de la época, impulsando una transformación artística de primer orden por la magnitud que adquiere y el enorme número de obras maestras pictóricas, escultóricas y arquitectónicas en que se patentiza. Los humanistas abanderarán la idea de que es posible conciliar el conocimiento, la cultura clásica y la fe cristiana y de este modo se recuperará el interés no sólo por la cultura clásica grecorromana sino también por sus formas artísticas. Así, Los artistas renacentistas, rechazando las formas góticas, volverán su mirada hacia el arte clásico, pero no para copiarlo de un modo mimético sino para, inspirándose en él, crear nuevas formas igualmente clásicas.
Botticelli se formó en el taller de Filipo Lippi cuya influencia fue tan notable que se han generado problemas de atribución con algunas obras cuya autoría se duda entre la del maestro y la del discípulo. Posteriormente, parece que frecuentó el taller de Andrea Verrochio dónde coincidiría con Leonardo Da Vinc¡.
Además tuvo ,al parecer, una sólida formación intelectual que se concretó en el interés por las formas y la cultura clásica. Creó un particularísimo estilo en el que la elegancia formal es el rasgo predominante y en el que, otra vez, prima la línea del dibujo como constructora principal de la imagen. De Filipo Lippi tomó el interés por la representación de rostros dulces, de una enorme belleza idealizada.
Sus pinturas más conocidas son La Primavera, El Nacimiento de Venus o la calumnia de Apeles.
La Primavera es uno de los cuadros má reprsentativos de Sandro Botticelli. Se trata de un temple sobre tabla de algo más de 3 metros de ancho por 2 de alto.
Una serie de personajes se distribuyen rítmicamente por la imagen. Ésta parece estar bañada por una luz difusa que crea un suave claroscuro generando una suficiente sensación de volumen de los cuerpos. La s relaciones entre las figuras y el espacio en el que están situadas son absolutamente coherentes a pesar de que en este caso el empleo de la perspectiva cónica frontal no parezca tan evidente ya que al no aparecer elementos arquitectónicos en la imagen tampoco veamos líneas de fuga. Un minucioso dibujo previo es el estructurador de la imagen y el color es un elemento más que contribuye a la armonía de ésta. Las figuras están elegantemente dibujadas, estilizando sus proporciones, jugando con las gráciles curvaturas de los cuerpos e idealizando sus bellísimos rostros, así el rostro de hora es la sublimación de esa belleza elegante y sensual. La elegancia, la delicadeza y la gracia de las figuras, características de Botticelli, es tal que parecen casi flotar. Además, Botticelli crea precisos efectos de transparencias en las gasas que visten algunas de las figuras femeninas por medio del empleo evidente de las veladuras y reproduce con minuciosidad de botánico tanto las plantas y flores del suelo como las que rodean a Flora o los naranjos de la parte superior de la imagen.
Este cuadro es un símbolo de la cultura humanista neoplatónica que había triunfado en Florencia y a la que Botticelli también estaba adscrito. Hasta ahora, además del retrato toda la pintura era de temática religiosa. Sin embargo, con Botticelli, aparecerá la pintura mitológica como reflejo de la nueva visión de las cosas que se está produciendo. Su tema basado en un pasaje de las Metamorfosis de Ovidio ( un autor latino) se dirige, evidentemente no al gran público ni al vulgo, sino a una minoritaria clase de intelectuales satisfechos de si mismos y aislados en una torre de marfil en la que se dedican a las disquisiciones filosóficas y a los alardes de conocimientos clásicos con los que distraen a las riquísimas familias burguesas que les subvencionan y mantienen.
Las figuras están situadas en un jardín presidido por la figura central de Venus. A la izquierda vemos como Céfiro, un dios del viento, pintado de azul, intenta tomar a la ninfa Cloris de la que está prendado. Ésta para huir de su acoso, se metamorfoseará en Flora, la ninfa de las flores en la que aparece convertida ya a su izquierda (es la figura que porta las flores en su regazo). Sobre Venus aparece un Cupido con sus ojos vendaos disparando a ciegas sus flechas del amor y a su izquierda aparecen las tres Gracias, servidoras de Venus danzando graciosamente en corro. Por último, a la izquierda de la imagen aparece Mercurio, mensajero de los dioses , portando un casco, la espada y sus característicos calzados alados, como guardián del jardín de Venus.
Las naranjas representadas parecen aludir a la familia Médicis ya que esta era la fruta que les simbolizaba.
Como hemos dicho, este cuadro es un perfecto ejemplo de la elegancia botticelliana y de los nuevo valores de la cultura humanista contemporánea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Añade, por favor, tu comentario: