domingo, 28 de noviembre de 2010

Adán y Eva. Alberto Durero. 1507.




En la Alemania del siglo XVI, los ideales renacentistas penetrarán más fácilmente en la pintura que en el resto de las artes. En el caso de la arquitectura, la tradición gótica siguió imponiendo su fuerza y las formas renacentistas penetrarán en ésta levemente y de modo casi testimonial. Sin embargo, en la pintura podemos observar como, a pesar del peso de la tradición gótica y la influencia de la pintura flamenca del siglo XV en la pintura alemana, surgirá una serie de artistas que se imbuirán del espíritu humanista y del interés por las formas clásicas provenientes del Renacimiento italiano. Entre estos artistas podemos destacar a Alberto Durero , Hans Holbein el Joven., Lucas Cranach el Viejo y el más conservador Matías Grünewald.
Alberto Durero, nació en Nuremberg en 1478. Esta ciudad, en la que unas décadas antes Gutembeg había inventado la imprenta, era el foco principal del humanismo alemán. El Humanismo era una corriente filosófica surgida en Italia y que propugnaba la conciliación y la complementariedad entre el conocimiento y la cultura clásicos y la fe cristiana, que en la mentalidad medieval habían sido vistos como incompatibles. El Humanismo dio figuras de la talla del italiano Pico Della Mirandola, el español Luis Vives o el flamenco Erasmo de Rotterdam.
Las doctrinas humanistas se difundirán y llegarían a Alemania gracias a que en este periodo se dio una intensificación de los intercambios comerciales entre Italia, Alemania y el norte de Europa.
En su juventud, Durero se formó en el taller de un pintor y grabador muy conocido de su ciudad natal. Como era habitual, la influencia inicial más patente en su obra era la de la tradición gótica y en especial de la pintura flamenca. Pero tras dos fructíferos viajes a Italia, y tras conocer la pintura florentina , la veneciana o la de artistas como Mantegna, se empapará del espíritu renacentista. Éste le llevará a dedicarse al estudio intensivo de las matemáticas y la geometría y a componer sus cuadros, combinando el interés por lo pictórico y el gusto por el color veneciano con el interés por lo clásico, el deseo de estudiar la naturaleza ( que se apreciará sobremanera en sus magníficas acuarelas) y la voluntad de situar las figuras en un espacio ordenado y coherente, propios de la pintura florentina. Además fue un excelente grabador tanto de xilografías( grabado sobre madera) como de aguafuerte(grabado sobre plancha de cobre).
Entre sus obras destacan sus autorretratos, Adán y Eva, los evangelistas o la Adoración de los Magos.
Adán y Eva es una pareja de cuadros pintados al óleo obre tabla. El tamaño de cada tabla es de 209 cm x 80 cm aproximadamente.
Sobre un fondo neutro negro se recortan las figuras pintadas en cálidos tonos carnosos y apoyadas en un suelo de tonos terrosos. Una iluminación difusa baña el conjunto creando un leve claroscuro que modela perfectamente las figuras generando una sensación de volumen que se acrecienta al recortarse las figuras sobre el fondo negro antes mencionado.
Los colores, así como el claroscuro empleados son ligeramente más intensos en la figura de Adán que en la de Eva, tratada con unos tonos algo más claros que reproducen perfectamente la morbidez de la piel femenina. La restauración recientemente aplicada a los cuadros, además de restituir su apariencia original y reparar sus desperfectos, ha ofrecido interesantes datos acerca del procedimiento pictórico empleado por Durero. Así, podemos saber que la menor intensidad del color de la piel de Eva es debida a que el pigmento rojo empleado en su piel es de grano más fino ( proveniente de una molienda más intensa) que el de la piel de Adán.
En la superficie pictórica se emplea una mayoría de pinceladas que se funden cuidadosamente, combinándose con suaves veladuras y leves empastes para remarcar las luces de la piel o en los rizos del cabello de Adán.
Las figuras están realizadas a un tamaño algo mayor que el natural. Durero maneja los escorzos con maestría, como podemos ver en el brazo izquierdo de Adán o en los brazos de Eva y aplica el canon de Lisipo a las figuras. (La altura del cuerpo equivale a ocho veces la de la cabeza). Pero los ecos de la escultura clásica no acaban aquí ya que vemos como Durero emplea la clásica postura del contraposto (con la figura de Adán apoyándose en su pierna izquierda a la vez que la derecha se flexiona ligeramente y la figura de Eva sosteniéndose en su pierna derecha mientras que la izquierda se dobla y cruza graciosamente tras ella). Asimismo, el de Adán es un cuerpo robusto, vigoroso pero armónico que también puede evocarnos las figuras de Lisipo., mientras que el de Eva es un cuerpo igualmente armónico pero sensual y grácil. De este modo, las figuras además de referirse al tema bíblico que las inspiró, con la alusión al pecado simbolizado por las manzanas (la que la serpiente ofrece a Eva y la que sostiene Adán), parecen constituirse como un nuevo canon y en símbolo de esa cultura humanista que deriva hacia cierto antropocentrismo.

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