sábado, 6 de marzo de 2010

La catedral de Rouen, la portada y la torre de Saint Romain a plena luz, armonía de oro y azul.1894. Monet.


El Impresionismo fue un movimiento pictórico que surgió en Francia en torno a 1870. El nombre que recibe el movimiento fue atribuido por un crítico que, ante el cuadro “impresión: amanecer” de Monet, horrorizado por lo que veía, aplicó despectivamente este término a los pintores que lo integraban.
Su aparición coincidió con la derrota francesa en la Guerra Franco-prusiana, la caída de Napoleón III y el Segundo Imperio, el surgimiento, derrota y represión de la Comuna de París como primera revolución obrera y el establecimiento posterior de la conservadora Tercera República francesa.
El Impresionismo será uno de los más determinantes en el desarrollo de la pintura moderna por la reflexión que, sobre la constitución de la imagen pictórica, va a iniciar. Los artistas impresionistas concluirán que lo constitutivo de una imagen visual es la luz y la incidencia de ésta sobre los objetos, es decir el color, y que, por tanto, será el color el que deberá constituir la imagen pictórica. Los impresionistas buscarán captar la fugacidad de los efectos lumínicos de momentos del día y tiempos atmosféricos distintos sobre figuras, edificios y paisajes. Como los realistas, rechazarán todo sentimentalismo romántico, para analizar el motivo bajo criterios exclusivamente cromáticos.
La aparición de este movimiento no puede entenderse sin conocer las experiencias anteriores de pintores como Constable, Corot o los de la escuela de Barbizon, en cuanto a la costumbre de pintar del natural, o los descubrimientos de Délacroix respecto a los contrastes de colores complementarios y la coloración de las sombras. Otros factores que contribuirán a la aparición del impresionismo serán los avances científicos que en el campo de la teoría de la luz y de los colores se darán, así como la creación de nuevos y mejores pigmentos químicos que ampliarán la paleta de colores que podrán emplear y, también la invención y comercialización del tubo de plomo para contener colores, que posibilitará llevar estos a cualquier sitio en un pequeño maletín.
Los impresionistas verán sus obras rechazadas en los salones oficiales de pintura que se celebraban en París y recurrirán a exponerlas en los llamados salones de los independientes. Sólo un pequeño grupo de entendidos en arte sabrá valorar a estos artistas, aunque desgraciadamente, no poseyera los medios económicos para poder comprar esos cuadros a un precio justo.
Los iniciadores de este estilo serán Manet, Monet, Degas, Pissarro, Sisley, Renoir y la pintora Berthe Morisot.

Uno de los grandes genios del impresionismo es Claude Monet. Su pintura muestra perfectamente las características del impresionismo antes mencionadas. Así, el interés por la captación de los efectos cromáticos que las diferentes luces según la hora del día, la luz, el tiempo atmosférico y otras circunstancias amb
ientales, le llevará a la realización de distintas series (almiares de paja, estación de Saint Lazare, fachada de la catedral de Rouen, estanque de nenúfares y puente japonés de su casa de Giverny,...) que se prolongarán más o menos en el tiempo y que le permitirán dedicarse a una pintura en la que toda la imagen se reducirá a términos cromáticos. Aún así, su prolongada evolución le llevará de los cuadros de sus primeras décadas de actividad, en la que los criterios más “científicos” en la interpretación del color darán paso, en sus últimos años, a una interpretación más “lírica” de éste y una mayor disolución de las formas (y en las que la pincelada cobrará más importancia (y que podemos ver como precursor del expresionismo abstracto lírico que triunfaría décadas más tarde).
La pintura de Monet es el triunfo del color, una superficie no se entenderá monocroma, sino que una multitud de pinceladas aportarán numerosos matices de colores vibrantes, tanto en las zonas de luz como en las de sombra.
Monet alquiló durante dos temporadas en dos años seguidos una habitación frente a la catedral para realizar unas cuarenta versiones de su fachada, que representará bajo efectos atmosféricos y distintos momentos del día.
Éste es un óleo sobre lienzo de tamaño más bien pequeño. La superficie pictórica aparece cubierta de cortas y densas pinceladas que se superponen en una técnica en las que éstas se aplican en fresco, es decir sin esperar a que las aquellas sobre las que vamos a aplicar las nuevas pinceladas estén secas. Esta técnica exige que las pinceladas estén cargadas de pintura y se apliquen por medio de toques ya que si no fueran tan densas y el color fuese aplicado barriéndose, éste se fundiría con los colores dados anteriormente en las capas inferiores. Este novedoso procedimiento pictórico está condicionado por la voluntad de captar con precisión e inmediatez los matices de color provocados por unas determinadas condiciones atmosféricas ya que, como sabemos, Monet como los otros pintores impresionistas generalizará la pintura del natural ( aunque seguirá retocando el cuadro en el estudio).
Monet renuncia a la representación de las calidades concretas de un objeto y atenderá solamente al color en si del objeto, considerando los colores como fenómenos cromáticos abstractos e inmateriales (el resultado del color aplicado por Monet se asemejaría al que obtendríamos al observar algo interponiendo una pantalla de papel con una pequeñísima abertura desde la cual sólo veríamos un color sin tener referencia y sin apreciar la textura o calidades de a lo que pertenece). Por lo general, en la pintura anterior, las pinceladas y la densidad del color aplicado imitaban también las calidades de lo representado ( Una gasa se hacía con una ligerísima veladura, los cielos o los montes de contornos difusos en el fondo de un paisaje se pintaban generalmente con pinceladas de color más diluido, o unas carnosidades se podían representar con pinceladas más densas…) , sin embargo Monet representa todo, ya sea el cielo o la piedra de la fachada con un mismo tipo de pinceladas: unas manchas cortas y empastadas aplicadas en fresco sobre fresco y que se desvinculan de las formas de lo representado.
En este cuadro, las formas se disuelven y el dibujo es inexistente. Podríamos pensar que un artista que buscase representar la fachada de la catedral lo haría atraído por la voluntad de representar la estructura y los detalles arquitectónicos (pórticos, pináculos, gabletes tracerías…)así como su decoración escultórica ( en jambas, arquivoltas, tímpanos…), Sin embargo, Monet construye la imagen con el color, cuya preponderancia es total y absoluta. La amplísima gama de colores empleada por Monet, en la que priman el blanco, los cálidos amarillos, naranjas y algunos fríos azul cielo y violetas claros, reproduce, por medio de las pequeñas pinceladas antes mencionadas, hasta el mínimo matiz de los colores de las superficies. El claroscuro tradicional también desaparece de los cuadros de Monet y vemos que las sombras se descomponen en matices entre los que aparecen naranjas, bermellones e incluso, aplicando la teoría de los colores complementarios, azules que contrastan con los vibrantes amarillos y ocres de las zonas iluminadas por el sol.
De este modo podemos ver otra aportación revolucionaria respecto al color y es que los impresionistas intentarán apartar el color mental que nuestra memoria alberga de un objeto y que suele imponerse a la impresión concreta que por medio de la percepción se produce en un momento determinado, en favor, precisamente, de esta impresión.
Será llamativo que la fractura que se había producido con el realismo, entre el gusto del público y lo ofrecido por los pintores, se acrecentará aún más con los impresionistas y los movimientos que le sucedan. Inicialmente, el público burgués rechazará pinturas como ésta en la que sólo verán manchones de color y ausencia de dibujo y contornos, y relegará a Monet y al resto de los artistas impresionistas al desprecio y a la pobreza más absolutos (de los que algunos saldrán con el paso del tiempo y una aceptación paulatina de su obra por una parte más amplia del público). Y todo este rechazo se produce a pesar de la absoluta contemporaneidad de su mirada y de que sus temas estén muy ligados al modo de vida burgués y urbano del que provenían (la mayoría eran de familias ricas de la burguesía e incluso, en el caso de Degas, de la aristocracia). Los impresionistas tienen una visión urbana e incluso cuando se acercan al campo a pintar, acudiendo en tren a los alrededores de París, a dónde iban a tomar contacto con la naturaleza los habitantes de la ciudad (¡los primeros domingueros!), su actitud no estará nada lejos de éstos.
Curiosamente, el triunfo del impresionismo se dio en el modo que promoverá la fulgurante evolución de la pintura moderna. Ya en la década de 1880, algunos artistas más jóvenes que adoptaron el impresionismo como estilo de formación, se cuestionaron sus valores y propugnando nuevas respuestas a la pregunta de que debía constituir la imagen pictórica, abriendo las sendas por las que discurrirán las corrientes pictóricas del siglo XX. ¿Y que decir de las enormes cantidades de dinero por las que se subastan en la actualidad las obras de Monet , Pisarro o Renoir y de la cantidad de pintores pseudo-impresionistas que a lo largo de todo el siglo XX hicieron de su estilo una especie de nuevo academicismo que por fin( y por desgracia )triunfará en los interiores de las viviendas burguesas del siglo XX?

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