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martes, 10 de enero de 2012

Sin Titulo 1968.Donald Judd.

Las tendencias abstractas geométricas anteriores a la II Guerra Mundial concedían a menudo a estas formas geométricas un cierto valor trascendente y creyeron en la posibilidad de éstas de contribuir a transformar al individuo y a la sociedad a través del arte.
Sin embargo, tras la II Guerra Mundial las tendencias surgidas en el campo de la abstracción geométrica tomarán dos caminos:
- El de los que seguirán creyendo en la capacidad trascendente de la pintura, como es el caso de los pintores de la Color Field Painting.
- El de los se centrarán más en el carácter objetivo de estas mismas formas, desproveyéndolas de todo misticismo o aspiración trascendente como correspondería a la Abstracción Post-pictórica, el Minimalismo o el Op Art.
En el desarrollo en los Estados Unidos de las nuevas tendencias geométricas posteriores a la II Guerra Mundial tendrá mucha importancia la figura del pintor alemán Josef Albers, que proveniente de la Bauhaus, se establecerá en los Estados Unidos dónde divulgará sus teorías y estudios sobre el color que el mismo aplicará en su conocida serie de “ homenajes la cuadrado”.

El término minimalismo ha sido en los últimos años utilizado con profusión y, generalmente de modo incorrecto, convirtiéndolo en sinónimo de simple o sencillo.
Si nos referimos al arte llamado minimalista surgido en los Estados Unidos en los años 60, veremos que el término cobra una mayor complejidad.
La idea de que la obra de arte debe renunciar a todo elemento subjetivo o a cualquier referencia a algo externo a si misma es una de las características de los artistas minimalistas aunque el propio Donald Judd, autor de la obra que vamos a comentar y al que se solía englobar dentro de este movimiento, rechazaba dicho término y prefería referirse a sus obras como “Objetos específicos”. La obra será autorreferencial, se contemplará en si misma y se utilizarán formas geométricas simples y acabados industriales, para eliminar cualquier aspecto gestual o huella de su elaboración que pueda entenderse como referencia subjetiva a su autor.
También será frecuente el empleo de la serialización de elementos, para, como ya hacía el pop Andy Warhol en sus imágenes serigrafiadas repetidas, eliminar la visión de la obra como algo único y posible “objeto de veneración”.
Dentro del minimalismo podemos englobar a pintores como Elsworth Kelly y Frank Stella, provenientes de la abstracción postpictórica, y a escultores como Donald Judd, Dan Flavin, Carl André, Robert Morris o Richard Serra.
Donald Judd nació en Missouri en 1928. Estudió filosofía y posteriormente acudió a seminarios de historia del Arte o sobre artistas como Jackson Pollock, máximo representante de la Action Painting y que era el artista de referencia en ese momento. Esta formación lñe sirvió como base para su actividad posterior como crítico de arte en revistas especializadas ycomo pintor. Sus primeros cuadros eran pinturas que podían englobarse en la ya mencionada Action painting pero rápidamente se alejaría de ella, rechazando el ilusionismo que achacaba a toda imagen pictórica.
A partir de entonces, dirigió sus pasos hacia la escultura. construyendo piezas basadas en formas prismáticas realizadas en materiales industriales: madera contrachapada o, más frecuentemente chapas de acero u otros metales, combinadas con plexiglás de color y ensambladas por medio de tornillos. La razón de estos acabados industriales es eliminar cualquier rastro de la factura que pueda introducir un matiza subjetivo en la contemplación de estos “objetos específicos” que, por ejemplo, una unión por soldadura podría tener.

La obra que vamos a comentar fue realizada por Donald Judd en 1968 y, como era habitual en él, no tiene título ya que Judd consideraba que el título introducía un matiz subjetivo que intervenía y condicionaba la visión del espectador.
La pieza está formada por varios módulos exactamente iguales de forma prismática cuyos planos verticales están realizados en cobre y cuyos planos horizontales son de plexiglás rojo. Los módulos están fijados por uno de sus planos verticales a la pared y los espacios que los separan, exactamente iguales equivalen a la altura de cada módulo. Dependiendo de la pared en la que situaba la obra Judd solía añadir o quitar módulos a la obra para adaptarla a la altura de ésta de modo que el número de módulos podía variar entre los 6 y 10. El hecho de que los elementos que componen la imagen artística estén dispuestos según un ritmo constante o, como en otras ocasiones según progresiones matemáticas de códigos” imparciales”, contribuye también a huir de lo expresivo.
Las piezas fijadas a la pared pueden hacer que la obra nos recuerde a una especie de pilastra sin basa. En ella se contraponen conceptos como pintura y escultura, plano y volumen, vacío y masa, horizontal y vertical. Cuando la observamos, la mirada discurre y se desplaza alternativamente del suelo al techo y nos hacen constatar los efectos perversos que la perspectiva y la posición relativa respecto al punto de vista producen ya que, aunque en realidad sean exactamente iguales, los módulos pueden, en una primera impresión, parecer diferentes.
Ninguno de los elementos destaca sobre los otros, no hay jerarquización ni exaltación. Lo que observamos son los objetos en si, claros y rotundos y la interacción de color, brillos, reflejos y sombras que se produce entre ellos, los elementos que los componen, y el espacio en el que están situados.
Así, podemos observar las proyecciones de color rojo que producen en la pared las planchas horizontales al filtrarse la luz por ellas o la reverberación y ol os brillos que se producen en los planos de cobre.
Otra vez, lo que vemos es lo que es: el objeto en si sin ninguna carga expresiva o trascendente que pudiera vehicular.
La exigencia artística de Judd le llevó ya en 1968 a adquirir un inmueble en Nueva York en el que expondría permanentemente algunos de sus trabajos ya que consideraba que en las exposiciones temporales, los comisarios encargados de éstas buscaban más atraer al gran público que instalarlas y mostrarlas con el rigor debido.
Posteriormente, se trasladó a vivir a Marfa, Texas, cerca de la frontera mexicana, dónde iría adquiriendo una serie de terrenos, entre ellos antiguos hangares militares en los que instalaría otro gran número de obras de forma permanente.
Además, su trabajo se extendió al diseño de muebles, mesas o sillas.
La obra de Donald Judd ha ejercido una enorme influencia en el desarrollo del arte en la últimas décadas como perfecta culminación del proceso de autonomía de la obra de arte iniciado en el Renacimiento ya que ésta se despoja aquí de cualquier referencia expresiva o subjetiva y se asienta sobre su propio carácter objetual .
Judd falleció en1994 en Nueva York.

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