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miércoles, 3 de febrero de 2010

San Carlo alle quatro fontane, Roma. 1634-1640. Borromini.



San Carlo alle quatro fontane, Roma. 1634-1640. Borromini.
A finales del siglo XVI van a darse una serie de cambios que van a propiciar la aparición del barroco que se desarrollará a lo largo de todo el siglo XVII y parte del XVIII cuando las formas del barroco derivarán en las, generalmente, más frívolas y recargadas del Rococó. Dentro del barroco veremos estilos y esfuerzos muy diversificados, relacionados con las distintas situaciones políticas, religiosas y económicas que se dan en los distintos países europeos.
Como características más generales del barroco, podemos señalar:
-El interés por lo pictórico que se da en todas las artes.
-Los límites y contornos de las composiciones se borran para dar la impresión de lo ilimitado, inconmensurable e infinito. Va a haber una resistencia contra lo permanente y lo delimitado.
-Lo firme y estable basado en el equilibrio de horizontales y verticales propio del Renacimiento es sustituido ahora en el Barroco por composiciones más dinámicas y complejas.
Aunque las composiciones de los maestros del barroco son más complicadas que las de los renacentistas son a la vez más unitarias ya que así son concebidas desde el principio por éstos.
Sucediendo a la arquitectura rigurosa, solemne y relativamente austera en cuanto a decoración del final del siglo XVI, las formas barrocas se irán cargando de mayor complicación y dinamismo. Aunque en muchos casos se mantendrán en las fachadas las composiciones basadas en dos cuerpos con aletones a los lados del superior, como ya habíamos visto en la fachada manierista del Gesù de Vignola, y aún antes, en el siglo XV, en la de Santa María Novella de Alberti, ahora éstas van a hacerse más dinámicas, apareciendo, en ocasiones, superficies cóncavas y convexas que juegan con el ángulo de visión del espectador, buscando crear efectos escenográficos de perspectivas fugadas y diagonales. Además, las fachadas tendrán más decoración, apareciendo relieves y hornacinas en las que se situarán esculturas, los frontones se quebrarán y sus perfiles se complicarán, las columnas adosadas se desprenderán del muro y se crearán efectos pictóricos de claroscuro.
La importancia del templo en el contexto urbano y su presencia primordial en éste que ya había sido proclamada por los grandes arquitectos y teóricos del Renacimiento va a ser subrayada por los creadores barrocos. La pugna entre las variantes renacentistas para decidir que tipo de configuración de planta va a ser más adecuada se decantará a partir de Trento, por la de cruz latina debido a cuestiones puramente teológicas: San Carlos Borromeo, haciendo una lectura equivocada y limitada de la tradición, dirá que las iglesias de cruz latina se adaptan mejor a la tradición mientras que las de planta circular se utilizaban en la antigüedad para templos paganos. La planta central quedará para los pequeños espacios mientras que los grandes templos utilizarán un esquema longitudinal. En cualquier caso, en los interiores de los templos también se buscarán los efectos de dinamismo con espacios fluyentes, superficies curvas y decoración mucho más rica y colorista, tanto en el empleo de mármoles de distintas tonalidades, como de dorados y frescos con atrevidos trampantojos en las bóvedas y cúpulas de las cubiertas.
El urbanismo también tendrá mucha importancia en unas ciudades que son imagen del poder absoluto de los monarcas o del Papa que se ejerce desde ellas. Así, aunque algunas estén muy condicionadas por su configuración anterior, se intentarán aplicar esquemas más racionales y las plazas y las fuentes situadas en ocasiones en éstas cobrarán gran importancia (plaza se San Pedro y Plaza Navona en Roma, Palais Royal en Paris,....).
Aunque en Italia habrá grandes focos de desarrollo, el principal de estos va a ser Roma, cuya importancia política y, sobre todo religiosa será enorme. Los papas querrán reforzar su autoridad, puesta en cuestión con el surgimiento y desarrollo del protestantismo en el siglo SXVI, para lo cual querrán reforzar la imagen de Roma como capital de la cristiandad y sede de su poder. De ete modo, promoverán la construcción y remodelación de un grandísimo número de iglesias, pero también de fuentes y plazas con los que intentarán articular el complejo tejido urbano romano.
En esta ciudad destacarán arquitectos como Maderno, Pietro da Cortona, Bernini.y Borromini de una de cuyas obras nos ocuparemos a continuación.

Mientras que Bernini, respetaba las reglas generales de la composición, Francesco Borromini, que en el inicio de su carrera colaboró con él entre otras cosas en el diseño del baldaquín de San Pedro, rompió casi todas , inventando elementos nuevos, haciendo que los entablamentos y cornisas se curvaran y que aparecieran nuevas bóvedas nervadas y cúpulas elípticas, plantas de estrella u oval y otros elementos que suplirán una cierta carencia de medios en comparación con Bernini, con una imaginación desbordante.
Borromini edificó iglesias como Sant Agnese , Sant´ Ivo alla Sapienza, San Carlo alle quatro fontane, y el Oratorio de San Felipe Neri todos ellos en Roma.
San Carlo alle quatro fontane ocupa un pequeño solar en el que Borromini debió edificar un pequeño convento con claustro, jardín e iglesia. Es en dicha iglesia dónde se revela más claramente el genio creador de Borromini.
La fachada de ésta, realizada en piedra se divide en dos cuerpos, levantándose como un decorado (el segundo orden no se corresponde en profundidad con el interior) buscando crear un efecto teatral. En cada uno de los cuerpos se combina un piso pequeño con uno de orden gigante y se divide en tres calles; en el cuerpo inferior las calles laterales son cóncavas y la central convexa y en el superior las tres calles son cóncavas, insertando en la central una especie de garita cilíndrica como prolongación de la superficie convexa inferior. las columnas de la fachada son versiones modificadas por Borromini de las de orden jónico en el cuerpo inferior y de las de orden corintio en el superior.
La planta deja de ser simétrica, se juega con el chaflán de la esquina en el que se dispone una fuente y el interior de la iglesia, de planta romboidal, es muy pequeño. En el interior domina el color blanco y se alternan las superficies murales rectas y cóncavas en las que se abren hornacinas a distintas alturas. Dicho interior aparece cubierto con una cúpula de base elíptica así como con un sistema de cuatro originales semicúpulas más bajas.
La cúpula de base elíptica antes mencionada tiene casetones octogonales, hexagonales y cruciformes alternándose y decreciendo de tamaño a medida que ascienden en la superficie de la cúpula y generando cierta sensación de inmaterialidad. En el plano superior de la linterna que remata la cúpula aparece la paloma, símbolo del Espíritu Santo en una disposición efectista y teatral que juega con la luz que entra por dicha linterna.
Borromini ha sido valorado como uno de los arquitectos más importantes y creativos del barroco, gracias a proyectos como éste. Sin embargo, él siempre arrastró cierta frustración por considerar que no se le otorgaban proyectos dignos de su creatividad, lo que, parece ser, le empujó al suicidio.

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