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domingo, 7 de febrero de 2010

Mujer joven con jarra.1664-65. Vermeer de Delft


Mujer joven con jarra.1664-65. Vermeer de Delft
El siglo XVII es el gran periodo de la pintura holandesa. El extraordinario desarrollo económico del joven país, con una burguesía comercial muy enriquecida provocará un crecimiento sin precedentes de la demanda de pintura. Surgirá además la figura del marchante de arte que funcionará como intermediario entre el artista y el cliente. Pero este contexto aparentemente tan favorable para el arte, no lo será para los artistas que verán como por el extraordinario exceso de oferta y la especulación de los marchantes, los precios de los cuadros descenderán y con ellos las condiciones de vida de los artistas se deteriorarán.
La pintura holandesa de este periodo responderá pues al gusto de una burguesía acomodada y no como la producida en el resto de Europa al de una aristocracia cortesana. Pero no sólo la alta burguesía va a ser cliente de arte, también la pequeña burguesía, los comerciantes e incluso los campesinos, las agrupaciones ciudadanas y gremiales, compañías y guardias cívicas lo serán.
Los temas principales de la pintura serán el retrato tanto individual como colectivo, la pintura de género que describirá escenas de la vida doméstica y el paisaje. El calvinismo proscribía la imagen religiosa a la que acusará de idólatra por lo que la pintura religiosa será muy escasa y se limitará al ámbito privado.
Los formatos de los lienzos variarán en función del cliente y lo representado. En los retratos y pinturas de género burgueses, destinados a la decoración de las viviendas de estos, los formatos serán pequeños o medianos ,utilizándose los grandes formatos para los retratos colectivos que decorarían las sedes de las compañías cívicas, gremios y hospitales..
Los principales pintores holandeses serán: FRANS HALS Y REMBRANDT VAN RIJN( como retratistas),VERMEER DE DELFT Y PIETER DE HOOCH (como pintores de género) y JACOB VAN RUISDAEL ( COMO PAISAJISTA).Pero además podemos destacar otros pintores como Carel Fabritius o Emmanuel de Witte( que pintará magníficos interiores de iglesias).
Jan Vermeer de Delft es el más genial de los pintores holandeses. Su obra es más bien escasa ya que sólo se conocen 36 cuadros atribuidos a él pero en ellos encontramos algo que nos subyuga de modo especial. Al parecer, la razón de su escasa obra puede estar en que compaginara su actividad como pintor con la de marchante de obras de otros autores.
La mayoría de los cuadros de Vermeer son lo que se llama Pintura de Género,.es decir, escenas domésticas que Vermeer tratará con una aparente simplicidad aunque también realizó dos soberbios paisajes entre los que destaca su soberbia “Vista de Delft”, prodigio de la pintura de paisaje del XVII y un ejemplo de precisión en la captación de los diferentes efectos lumínicos y atmosféricos.

Los lienzos de Vermeer son de pequeño tamaño y el tratamiento de la luz es de una minuciosidad extrema. Brillos, luces y sombras están perfectamente matizados y trabajados por medio de pequeñas pinceladas precisas.
Las escenas, en las que generalmente aparecen uno o dos personajes, describen episodios de la vida doméstica que, aunque aparentemente banales, trascienden lo narrado. En muchos de los cuadros de Vermeer observamos recursos parecidos:
-La escena se sitúa en una habitación de una vivienda de la pequeña burguesía holandesa representada en perspectiva cónica frontal con la pared del fondo paralela al plano del cuadro.
-La escena está iluminada por luz natural que penetra por una ventana situada a la izquierda de la habitación y que, a veces aparece representada y otras veces sólo se intuye.
-Generalmente aparecerán uno o dos personajes en actitudes sencillas: leyendo, abriendo una ventana, bordando, recibiendo una lección de música o galanteando.
-Es muy frecuente que se repitan elementos del atrezzo como el suelo de baldosas blancas y negras, Las sillas rematadas por cabezas de león talladas, el tapiz rojo y azul sobre una mesa, mapas colgados en la pared, o distintos vestidos, etc....
Vermeer era muy meticuloso en la disposición de los distintos elementos que aparecen en la composición. La sensación es de equilibrio, de calma, como si observáramos algo sin interrumpir al observado, que parece ignorar que está siendo mirado. Los elementos que aparecen en primer plano: respaldos de sillas o mesas cumplen la función de eliminar los límites entre lo real y lo representado.
Un gesto, un instante cualquiera son el objeto de la representación de Vermeer.
La precisión de los detalles y la captación del espacio y de la luz han sido aspectos que han hecho pensar que Vermeer utilizaba la cámara oscura como ayuda. Este artilugio, basado en el mismo principio de las cámaras réflex, era una caja con un objetivo con lente, un sistema de espejos en su interior y una pantalla en su parte superior en la que se proyectaba, por medio de los espejos, lo enfocado por el objetivo.
En este cuadro pueden observarse los aspectos más característicos de la obra de Vermeer.
Se trata de un óleo sobre lienzo de pequeño tamaño.
Generalmente, Vermeer construía el Cuadro a partir de manchas de color plano local que luego iba matizando por medio de veladuras o de pinceladas más cargadas. Vermeer se sirve de pequeñas pinceladas (que a veces se convierten en puntitos de color) muy precisas y minuciosas que buscan recoger el mínimo matiz de color o brillo de luz sobre las distintas formas y superficies y reproducir con la mayor perfección las distintas texturas. Entre estas pinceladas podemos observar algunas que se funden unas con otras, mientras que otras se superponen y podemos distinguir su recorrido por la superficie del cuadro, lo que permite afirmar que hay en la imagen una cierta valoración de lo pictórico.
La gama de colores es muy amplia y vemos como Vermeer emplea costosos pigmentos como el azul lapislázuli.
La iluminación de la imagen es una variante de la tenebrista de Caravaggio , aunque en este caso la habitación no queda en penumbra, sino que la luz focal penetra en la habitación por medio de una amplia ventana situada en el lado izquierdo de la imagen en un plano perpendicular al plano de cuadro, iluminando intensamente una estancia de una vivienda burguesa holandesa típica en la que transcurre una escena aparentemente casual . El claroscuro es acusado y modela perfectamente tanto las figuras como los objetos situados en la estancia. Como podemos observar, el tratamiento de la luz y el color es de una precisión extraordinaria, como podemos ver en como reproduce el reflejo del cielo en el cristal de la ventana o los reflejos rojos y azules en la bacinilla y la jarra doradas. Para ello,
La imagen aparentemente sencilla está compuesta de un modo muy minucioso que contribuye definitivamente a crear la sensación de equilibrio y armonía .
Vermeer emplea perfectamente la perspectiva cónica frontal. Como en otras ocasiones, el espacio queda limitado por un plano perpendicular al plano del cuadro a la izquierda de la imagen, dónde se sitúa la ventana a través de la cual se ilumina la habitación y un plano paralelo al plano del cuadro en el fondo.
Vemos además que Vermeer emplea la mesa cubierta de un tapiz situada en primerísimo plano para acrecentar la sensación de profundidad espacial y como elemento introductor en la imagen que contribuye a desvanecer los límites entre lo real y lo representado. Otro elemento llamativo en el tratamiento del tapiz que cubre la mesa es el leve desenfocado de éste lo que con la precisión en el dibujo y la captación del espacio y de la luz han sido aspectos que han hecho pensar que Vermeer utilizaba la cámara oscura como ayuda. Este artilugio, basado en el mismo principio de las cámaras réflex, era una caja con un objetivo con lente, un sistema de espejos en su interior y una pantalla en su parte superior en la que se proyectaba, por medio de los espejos, lo enfocado por el objetivo.
Otro aspecto frecuente en los cuadros de Vermeer es la repetición del atrezzo, como el mapa colgado en la pared del fondo, la silla con las cabezas de león talladas en su respaldo, el tapiz que cubre la mesa o el vestido amarillo de la joven.
La sensación es de equilibrio, de calma, como si observáramos algo sin interrumpir al observado, que parece ignorar que está siendo mirado. Un gesto, un instante cualquiera son el objeto de la representación de Vermeer, pero la exquisita composición, el cuidadosísimo empleo del color y la minuciosa reproducción de los efectos lumínicos sobre las distintas superficies contribuyen a trascender la aparente banalidad del motivo, generando en el espectador una indescriptible sensación de calma, armonía y belleza.

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