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martes, 26 de enero de 2010

Las Bodas de Caná. El Veronés.1563.


Las Bodas de Caná de Paolo Caliari “El Veronés”.1563.


Paolo Caliari, llamado “El Veronés” por la ciudad en la que nació fue uno de los más grandes pintores del siglo XVI y con Tintoretto el gran maestro del manierismo veneciano. Nacido en Verona en 1528, se formó en en talleres de pintores de su ciudad natal. Tras independizarse y crear algunas obras, decidió ir a Venecia dónde enseguida su estilo atraerá la admiración y los encargos de aristócratas y eclesiásticos venecianos. Entre sus numerosísimas obras, se encuentran los frescos que decoran la Villa Emo y la Villa Barbaro realizadas por Palladio, los óleos que realizó para la Iglesia de San Sebastián de Venecia, los realizados para el palacio de los Dogos en la misma ciudad, o La Cena en la Casa de Leví , La familia de Darío ante Alejandro o el lienzo de las Bodas de Caná que ahora vamos a comentar.
Este enorme lienzo tiene unas dimensiones de 994 x 677 cm. Siguiendo la tradición de la pintura véneta, es patente la preponderancia del color sobre el dibujo. La valoración de lo pictórico se concreta en la enorme variedad de recursos pictóricos empleados, desde pinceladas que parecen fundirse y ligeras veladuras con vibrantes pinceladas y cargados empastes aplicados con gruesos pinceles con una soltura y precisión extraordinarias y cuyo recorrido por la superficie del cuadro se aprecia claramente. La gama cromática empleada por el Veronés es amplísima apareciendo todo tipo de colores saturados.
La composición está marcada por una U que forman los edificios que aparecen a ambos lados del cuadro y la banda horizontal inferior en la que aparece reproducido el banquete de bodas.
La iluminación difusa, como es habitual en las imágenes renacentistas, genera en este caso un claroscuro bastante acusado que modela perfectamente tanto las figuras como la arquitectura representadas. El espacio aparece perfectamente representado de un modo absolutamente coherente por medio de una perspectiva cónica frontal cuyo punto de fuga coincide con el rostro de Cristo en el centro de la imagen. Las líneas de fuga de las horizontales perpendiculares al plano del cuadro, principalmente del enlosado de suelo los laterales de la mesa del banquete y las líneas de los entablamentos de los edificios, contribuyen a generar la sensación de profundidad espacial, acrecentad por el espacio vacío de la parte central superior.
Las numerosas figuras, representadas con enorme precisión anatómica, aparecen en las más variadas posturas y con virtuosos escorzos.
El tema de las Bodas de Caná fue elegido ya que el lienzo iba a decorar el refectorio (comedor de los frailes) del convento de San Giorgio Il Maggiore en Venecia (cuya iglesia y remodelación venían de ser realizadas por Palladio), y era habitual que los temas elegidos para decorar estos espacios fueran extraídos de los pasajes evangélicos en los que se describe a Jesús sentado a la mesa. Como es habitual en el Veronés, aunque el tema del cuadro es religioso, el tratamiento de éste parece absolutamente profano, lo que al pintar “ La Cena en la casa de Leví”, llegó a provocar un interrogatorio de la Inquisición que lo acusaría de tratar el tema evangélico de un modo absolutamente profano e incluso impío. Así, la probablemente humilde escena del banquete de bodas evangélico aparece representada como si se tratara de una celebración de la aristocracia veneciana contemporánea a El Veronés. Situadas en un marco de resonancias clásicas, con columnas toscanas y corintias y elementos arquitectónicos que recuerdan a las formas del arquitecto Palladio, aparecen representadas en la imagen más de 100 personas vestidas con ricos, coloridos y cosmopolitas ropajes de origen diverso tanto occidentales como orientales que introducen un cierto elemento exótico. En la mesa aparecen representadas valiosas vajillas y sofisticados platos y, como es característico del manierismo veneciano, aparecen elementos anecdóticos como los numerosos perros, los enanos o los camareros negros.
Cierto historiador del arte afirma que alguno de los rostros representados en el cuadro corresponden a los de personajes europeos algo anteriores a el Veronés como Francisco I de Francia, María de Inglaterra, Solimán el Magnífico o el emperador Carlos I de España, entre otros.
Pero a pesar del aspecto profano de la imagen, El Veronés no descuida ni la descripción del episodio evangélico en el que Cristo transforma el agua en vino, ni profundas alusiones teológicas. Así, en el centro aparece, como ya hemos dicho, Cristo con un intenso halo de luz en torno a su cabeza y la Virgen a su lado con un halo algo más suave. Además, vemos un sirviente vertiendo vino desde una tinaja en una pequeña ánfora mientras el maestro de ceremonias de pie y con un vestido blanco con bordados negros y dorados lo cata. A la izquierda, un sirviente negro extiende una copa con el vino producto del milagro al novio.
Entre las alusiones teológicas antes mencionadas, podemos destacar como sobre la figura de Cristo, cuya asistencia a las Bodas de Caná es considerada como el inicio de sus actividad pública y evangélica, aparece, tras la balaustrada superior un carnicero sacrificando un cordero, símbolo del martirio que le espera al final de ésta. Además, junto a los músicos, símbolo de los placeres sensuales y en cuyos rostros algunos han visto los retratos de los pintores Tintoretto, Tiziano y del arquitecto Palladio, aparece un reloj de arena que nos recuerda la fugacidad de la vida, como en las llamadas “Vanitas”, pinturas en las que se alude a esta idea.
Con este y otros magníficos cuadros, El Veronés se convirtió en uno de los pintores más representativos de la escuela veneciana cuyo interés por el color, por la captación de los efectos lumínicos y atmosféricos y cuyo interés por lo pictórico van a ser determinantes en la evolución de la pintura occidental y cuya influencia directa se va a reconocer en grandes maetros barrocos como Rubens o Velázquez.

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