lunes, 4 de enero de 2010
La Virgen, Santa Ana y el Niño. Leonardo da Vinci
Uno de los más grandes ejemplos de artista total, humanista y hombre del renacimiento fue Leonardo Da Vinci. Su vida fue un continuo desplazarse de un sitio a otro y sus actividades también fueron de lo más variadas: Pintor, dibujante, escultor, arquitecto, ingeniero, urbanista, escritor, naturalista y visionario inventor, todo lo tocó y todo con genialidad.
Aunque humanista, tenía apego a la filosofía aristotélica y creía que la belleza podría encontrarse en la naturaleza sin la necesidad de idealizarla. Por tanto basa sus métodos de trabajo en la observación meticulosa y constante de todo lo que atrae su interés: La anatomía humana (para lo cual hará disecciones de cadáveres),la zoología, la botánica, etc.…. Leonardo expresará su fe en el conocimiento basado en la experiencia: “Me parece que son vanas y equivocadas estas ciencias que no nacen de la experiencia, fuente de toda certeza, que no conducen a la verdad experimental y de las que el comienzo, el medio o el fin no depende de ninguno de los cinco sentidos; y si dudamos acerca de la certeza de todo lo que nos llega por el canal de los sentidos, ¿cómo no habríamos de dudar de las cosas que no pueden ser verificadas por los sentidos, tales como la naturaleza de Dios, del alma o de cosas parecidas?”.
Leonardo insiste en que es importante mostrar las expresiones, emociones e ideas del espíritu humano por medio de los gestos y la expresión facial. Para ello recomendaba observar a la gente cuando discuta o monte en cólera, cuando esté triste o exteriorizando cualquier emoción. No obstante, Leonardo concreta como deben expresarse ciertas pasiones y concreta ciertos gestos convenientes, añadiendo a todo esto la teoría del “decorum” por la que los gestos, vestimentas y ambiente de los personajes deberán ser los apropiados a su edad, rango y posición social.
En cuanto a anatomía, los conocimientos que Leonardo tenía sobre anatomía igualaban si no sobrepasaban a los de cualquier médico contemporáneo. Se cree que llegó a practicar disecciones de cuerpos, cuando esto era algo proscrito, para ampliar sus conocimientos anatómicos.
Como ingeniero, Leonardo diseñó prototipos de cañones, ametralladoras, Vehículos acorazados, helicópteros y aviones y murallas y otros sistemas defensivos.
Entre sus pinturas más importantes, además de la que vamos a comentar, se encuentran la famosísima Gioconda, las dos versiones de la Virgen de las Rocas, la pintura mural de la Última Cena, la dama del armiño o el San Juan Bautista.
Este cuadro es un óleo sobre tabla. La imagen está construida, como es habitual, a partir de un dibujo previo muy minucioso. Las pinceladas son imperceptibles y crean una superficie pictórica absolutamente homogénea. Leonardo emplea con maestría las veladuras en toda la imagen precisamente para hacer esas delicadas gradaciones de color pero dichas veladuras son más perceptibles en el hombro y el brazo de la Virgen que Leonardo pintó desnudos y que “vistió” por medio de suaves veladuras rojas en el hombro y de un tono marrón grisáceo en el brazo. Entre los colores empleados aparecen tonos poco saturados: toda una gama de marrones, color carne, algo de rojo y azul y grises. Como es habitual en la pintura renacentista, la imagen parece estar bañada por una luz difusa, pero en este caso el claroscuro es más acusado y con ello la sensación de volumen mayor, ya que como sabemos Leonardo creía que i la pintura no tiene apariencia de volumen, no ha cumplido la primera condición necesaria para que se parezca a la cosa pintada. Para él esta cualidad tenía más importancia que la belleza del color o la corrección del dibujo.
A pesar de esto, llama la atención que la túnica azulada de la Virgen parece estar inacabada y tener un claroscuro menos acusado.
Además de la perspectiva cónica tradicional en la que los elementos van disminuyendo de tamaño a medida que se alejan del primer plano, Leonardo emplea la perspectiva aérea, que él desarrolló, para aumentar la sensación de profundidad de la imagen. Ésta consiste en que los elementos situados en el primer plano (La Virgen, Santa Ana, el Niño, el cordero y la parte del espacio en la que se asientan) aparecen con los colores más intensos o saturados y los contornos más definidos mientras que a medida que se alejan de dicho primer plano los colores van perdiendo intensidad hasta hacerse grisáceos y azules en el fondo y los contornos se suavizan o difuminan. Esto último podemos verlo en el grisáceo paisaje del fondo, que no es la reproducción de ningún paisaje concreto, sino una invención de Leonardo basada seguramente en la conjunción de distintos elementos observados en distintos paisajes
Leonardo también utiliza el sfumato (suave difuminado para suavizar los contornos y contribuir de una manera más a la armonía de la imagen).
La composición es piramidal siendo el vértice de la pirámide la cabeza de Santa Ana y Leonardo establece incluso un equilibrio de miradas entre las de la Virgen y Santa Ana mirando en una dirección y el Niño y el corderito en la contraria. En este cuadro nos llama la atención el sacrificio de cierto verismo en aras de una mayor belleza formal. Así, los bellísimos rostros de Santa Ana y la Virgen parecen pertenecer personas de la misma edad (cuando son madre e hija) y, aunque la Virgen está sentada en el regazo de Santa Ana ninguna sensación del peso soportado por ella está reflejada.
La interpretación del cuadro con el Niño abrazando al cordero mientras la Virgen lo atrae hacia si parece referirse a que el cordero simboliza el sacrificio al que está destinado Jesús y que éste, aún siendo niño, parece aceptar al abrazarlo, mientras que la Virgen como madre que es, quiere apartarle de dicho destino.
Leonardo crea con este cuadro uno de los hitos de su trabajo y de la pintura, no sólo del Renacimiento Pleno, sino de todos los tiempos y algunos de sus hallazgos pictóricos tendrían una influencia tanto en la obra de los pintores contemporáneos a él como incluso en los de otros movimientos artísticos posteriores.
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