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jueves, 30 de septiembre de 2010
Basílica del Santuario de Loyola. Azpeitia, Gipuzkoa.
Basílica del Santuario de Loyola. Azpeitia, Gipuzkoa. Proyecto del arquitecto italiano Carlo Fontana(1686). Realizado por Juan de Begrand, Martín de Zaldúa, Sebastián Lecuona e Ignacio de Ibero.
Sucediendo a la arquitectura rigurosa, solemne y relativamente austera en cuanto a decoración del final del siglo XVI, las formas barrocas se irán cargando de mayor complicación y dinamismo. Aunque en muchos casos se mantendrán en las fachadas las composiciones basadas en dos cuerpos con aletones a los lados del superior, como ya habíamos visto en la fachada manierista del Gesù de Vignola, y aún antes, en el siglo XV, en la de Santa María Novella de Alberti, ahora éstas van a hacerse más dinámicas, apareciendo, en ocasiones, superficies cóncavas y convexas que juegan con el ángulo de visión del espectador, buscando crear efectos escenográficos de perspectivas fugadas y diagonales. Además, las fachadas tendrán más decoración, apareciendo relieves y hornacinas en las que se situarán esculturas, los frontones se quebrarán y sus perfiles se complicarán, las columnas adosadas se desprenderán del muro y se crearán efectos pictóricos de claroscuro, así, parte de los entablamentos y de los planos de la En cualquier caso, en los interiores de los templos también se buscarán los efectos de dinamismo con espacios fluyentes, superficies curvas y decoración mucho más rica y colorista, tanto en el empleo de mármoles de distintas tonalidades, como de dorados y frescos con atrevidos trampantojos en las bóvedas y cúpulas de las cubiertas.
La crisis económica y constructiva que azotó a España durante el siglo XVII, también tuvo sus consecuencias en Euskal-Herria, dónde la actividad constructora iba a decaer alarmantemente sobre todo si loa comparamos con el frenesí constructivo del siglo anterior. Solamente alguna órdenes religiosas, especialmente franciscanos y capuchinos, se establecerán en distintos lugares de la geografía vasca y erigirán sus conventos siguiendo un programa semejante en el que destacan las iglesias de Planta de cruz latina.
En el siglo XVIII , con la recuperación y el florecimiento económico se recuperará también la actividad arquitectónica construyéndose nuevos templos y los característicos campanarios para los ya erigidos. Lógicamente la arquitectura de este periodo se caracterizará por la mayor profusión decorativa por influencia del rococó y de su deriva española conocida como Churrigueresco.
Los templos más característicos de este periodo serán la Basílica de Loyola, iniciada en 1681, pero culminada en1738, siguiendo planos del arquitecto italiano Fontana.la basílica de Santa María del Coro en Donostia, la iglesia de San Bartolomé en Elgoibar o la de san Nicolás de Bari en Bilbao.
Siendo la orden de los jesuitas una de las protagonistas de la Contrarreforma y poseyendo magníficos ejemplos de iglesias manieristas y barrocas con una morfología muy característica, es lógico que se buscara para el Santuario que se proyectaba en los terrenos de la casa natal de su fundador, San Ignacio, a uno de los más destacados arquitectos barrocos romanos: Carlo Fontana, discípulo de Bernini y colaborador en algún proyecto de Borromini. El proyecto de Fontana fue, sin embargo, dirigido a pie de obra una sucesión de arquitectos locales ya que éste no llegó a a visitar las obras.
La iglesia se encuentra en el centro de una gran construcción de 150 m. de longitud que albergaría el llamado colegio de los jesuitas.
La iglesia fue construida con piedra extraída de una cantera próxima situada en el monte Izarraitz a la que se le aplicó una pátina con la intención de homogeneizar su superficie y darle un color ligeramente dorado.
Una gran escalinata permite acceder a un gran pórtico con una fachada convexa con tres vanos rematados por arcos de medio punto. Una serie de pilastras flanquean los vanos laterales mientras que el vano central tiene a sus lados columnas adosadas pareadas. El pórtico aparece rematado por una balaustrada a sus lados y un frontón triangular cuya cornisa desaparece en su parte central.
El pórtico da paso a una a iglesia de planta central. Esto a pesar de que en el concilio de Trento, San Carlos Borromeo promoviera para las iglesias la utilización de la planta de cruz latina por ser más acorde a la tradición y de que la planta central fuera, equivocadamente vista como propia de templos paganos. Dicha recomendación no fue por tanto tenida en cuenta en esta basílica de Loyola .
La iglesia está, por tanto, constituida por un cuerpo cilíndrico central rodeado de un anillo perimetral.
Las pilastras adosadas a los pilares sostienen un entablamento con un friso en el que destacan unas potentes ménsulas sobre las que se apoya una marcada cornisa que acentúa la separación con el tambor. Dicho tambor tiene un alto zócalo en su parte inferior y sobre éste se abren ocho ventanas rematadas por frontones de arco rebajado quebrados. El tambor aparece también dividido en ocho partes por medio de pilastras que son visualmente prolongaciones verticales de las del cuerpo inferior. Y que, asu vez, se prolongan en las nervaduras que dividen la superficie de la cúpula.
Por su parte, el anillo perimetral aparece cubierto por una bóveda anular.
Fontana introdujo la novedad de subordinar las torres absidiales a la cúpula del crucero.
La profusión de la decoración del frontón y del interior y el estilo de ésta, pródiga en jaspes y mármoles de colores, parecen traicionar el clasicismo barroco de la obra de Fontana y podrían sugerir la intervención de Churriguera, aunque sería realizada por los arquitectos guipuzcoanos de la familia Íbero que trabajaron en iglesias como la basílica de Santa María del Coro en Donostia o de San Nicolás en Bilbao.
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